Vidas - Capítulo 3

Capítulo 6

Entró al restaurante con cara de fastidio, caminando con el paso pesado y sintiendo que estaba tirando su orgullo por la borda. ¡Pero es que no era su culpa que el jodido de Alejo le hubiese ofrecido tan suculento puesto de trabajo!

 

—Hola, ¿Alejo está?— le preguntó al chico de la caja, apoyando su cuerpo sobre la madera limpiecita. 

 

—En la oficina. ¿Para qué lo busca? — preguntó el muchacho con una sonrisa fingida. Sí, ella las conocía bien porque había trabajado demasiado tiempo en atención al cliente.

 

—Soy Sofía Oliva, él me mandó a llamar por un puesto de chef — explicó señalando su uniforme pulcramente limpio. 

 

—Perfecto, ahora le aviso. Si puede esperar acá, se lo agradezco — dijo antes de desaparecer por una de las puertas que se encontraban detrás de la barra.

 

Sofía estudió el lugar y notó que atrás habían quedado sus días de preparar pizzas y papas fritas. Claro que este era un enorme paso en su carrera, por lo que no había podido dormir en toda la noche imaginando, soñando, con lo que podría pasar, con los platos que elaboraría y la cara de sus imaginarios clientes al notar la explosión de sabores deliciosos en sus bocas.

 

—Dice que pases — interrumpió el muchacho, cortando su evaluación visual de aquel elegante sitio.

 

—Gracias — respondió con una sonrisa sincera y caminó hacia el lugar que el joven le había indicado.

 

Alejo no entraba en sí de la sorpresa, podía esperar cualquier cosa, menos que Sofía, la linda y orgullosa Sofía, aceptara trabajar en uno de sus restaurantes. No es que solo le había ofrecido aquello por algún interés personal, interés que claramente tenía, sino que realmente ella destacaba con sus platos coloridos que no solo eran hermosos sino que también deliciosos.

 

La vio entrar con cara de fastidio y su sonrisa automáticamente se amplió. 

 

—¿Por qué parece que querés estar en cualquier lado menos acá?— indagó apoyando sus codos sobre el escritorio mientras observaba como ella se sentaba, con total delicadeza, en la silla frente a él. 

 

Mierda, hasta ese holgado uniforme blanco le quedaba precioso.

 

—Porque siento que estoy aceptando una boludez, pero bueno, acá me tenés. 

 

—Nos vamos a divertir muchísimo— declaró dejando que la sonrisa se moviera hacia el lado izquierdo de su boca.

 

—Dejá de decir huevadas, vengo a trabajar, no a jugar. Ahora, ¿querés que prepare algo? ¿Un postre, un plato principal?

 

—No, ya te he probado lo suficiente para saber que me gustás— respondió sin perder esa mueca de diversión. 

 

—Sos un asco. No vengo a que me chamuyes, solo quiero el trabajo — rebatió con fastidio, dejándose caer sobre el respaldo de la silla al mismo tiempo que rodaba los ojos.

 

—El trabajo es tuyo, lo sabés de sobra. Y lo otro no es mentira, bien sabés que he comido bastante de lo que preparás. 

 

—Sí, pero no creo que sea correcto que uno de tus chef no me evalúe. Todos pasamos por eso.

 

—Sofi, bonita, yo soy el dueño de todo esto, se hace lo que quiera — explicó poniéndose lentamente de pie y rodeando el oscuro escritorio.

 

—Me importa una mierda, Alejo, las cosas hay que hacerlas bien — exigió viendo como él se desplazaba hasta llegar a su lado, apoyando su respingado culo en la madera pulida de aquel mueble.

 

—Coincido, tenemos que hacer las cosas bien— susurró inclinándose hacia ella —, pero vos siempre me la hacés muy difícil— murmuró un segundo antes de devorarle la boca como hace tantos días venía deseando.

 

Definitivamente no tener su dosis mensual de Sofía lo estaba volviendo loco. Ya se había acostumbrado a su manera de demostrar deseo, ya había aprendido los puntos exactos que a ella la hacían delirar, ya conocía de memoria cada rincón de su dulce boca y aun así sentía que quería más, necesitaba más. 

 

De repente una fuerza contra su pecho lo separó con violencia y luego sintió el cosquilleo en su mejilla. ¡Carajo!¡Le ardía como la mierda!

 

—Sos un pelotudo — escupió ella apretando los dientes y clavando su furiosa mirada directo en sus ojos.

 

—Sofía, ¿qué mierda?— indagó impactado, llevando la mano al lugar en donde la cacheta había impactado.

 

—Que ahora no voy a poder aceptar el puesto de mierda que me ofreciste. No soy una regalada, no consigo un buen puesto de trabajo por acostarme con el jefe.

 

—Nunca dije que tenías que hacerlo — respondió con calma aunque sorprendido. 

 

—No, pero eso parece. ¿Crees que no nos vieron? ¿Pensás que los mozos y cocineros no se dieron cuenta? — rió con poco humor —. Te lo aseguro, lo saben, y si entro a trabajar acá solo va a correr el rumor que lo logré por acostarme con vos, no porque sea buena en lo que hago — gruñó acercándose a él, destilando odio, frustración, enojo y resignación. 

 

—No, Sofi, no van…

 

—Mejor lo dejamos acá. Gracias por la oferta pero temo que debo declinarla — dijo bajando la mirada para ocultar el dolor que le abría el pecho. 

 

¡La puta madre! Era una cagada haberse ilusionado con aquello y ahora tener que renunciar sin haber siquiera comenzado. Pero sabía que era lo mejor, no iba a tolerar los rumores y, en realidad, ya estaba dudando sobre el por qué Alejo había insistido tanto en que aceptara aquel trabajo. ¡Claro que iba a pedir una devolución por el favor! Que imbécil fue, ella de verdad pensó que lo hacía porque le gustaba su cocina, porque había descubierto en ella un estilo nuevo, diferente. 

 

Secó las lágrimas que empujaban por salir y tiró de la pesada puerta para abandonar el restaurante. 

 

Sí, lo escuchó llamarla mientras se subía a su moto, claro que distinguió su voz por encima del tráfico, pero no quería, no podía verlo a la cara. La había humillado una última vez, había pasado un límite que nunca imaginó, le había destrozado el orgullo y, un poquito, el corazón. 




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