Vidas - Capítulo 3

Capítulo 9

Sofía la esperaba con una botella de champagne bien fría en una mano y en la otra dos finas copas de cristal. Ella sonrió y apuró el paso hasta la entrada del departamento de su amiga.

 

—Veo que te lo dieron — dijo envolviéndola con cuidado para no romper las copas o que la botella cayera accidentalmente. 

 

—Sí, amiga — exclamó demasiado feliz —. Es en la loma del culo, pero me lo dieron— gritó apretándola más en aquel incómodo abrazo.

 

—¡Vamos a festejar!— dijo ingresando a la casa de la rubia, a aquel espacio que tantas noches les sirvió de refugio, de espacio seguro y tranquilo, solo para ellas dos.

 

Se acomodaron en los cómodos sillones, estilo puf, y descorcharon aquella botella que la rubia había recibido como regalo de bienvenida a aquel restaurante incrustado en el corazón de una bodega lujanina. 

 

—Alejo…

 

—No — interrumpió Sofía con mal humor —, no quiero saber nada, ya está, él siempre tiene una excusa, una explicación para justificar que es un pelotudo. Ya está, no tengo ganas de escuchar esta vez, que se vaya a cagar.

 

—¿Qué pasa entre ustedes?— preguntó suavemente Pilar. A ver, ella sabía que algo se maceraba entre sus amigos desde hacía bastante tiempo, pero nunca, ninguno, dijo una sola palabra sobre aquella extraña relación que tenían. 

 

—Nada, Pili, cogimos un par de veces y ya — desestimó antes de beber un poco de aquella burbujeante bebida que le hacía cosquillas al bajar por la garganta. 

 

—A mí no me metés esa excusa. Dale, boluda, en serio — insistió como jamás lo había hecho, ella siempre respetaba la intimidad de su amiga, lo que quisiera contar, aunque esta vez, viendo la cara de Sofía y sabiendo el humor depresivo de Alejo, supo que ya no podía quedarse al margen, ya no.

 

—Pili, sabés cómo es él, yo también, siempre está está la suya y me parece perfecto, pero yo no tengo ganas de ser el juguete de nadie, asique listo.

 

—¿Te enamoraste?— preguntó, más bien afirmó, sorprendida, abriendo bien grande sus ojitos y comenzando a dibujar esa sonrisa que iba a sacar de quicio a su amiga.

 

—No seas boluda — negó frunciendo el ceño —, ¿cómo me voy a enamorar del idiota que se cree mucho?¿Cómo voy a sentir algo por un pelotudo que sabe que está buenísimo y además es mega carismático?¿Qué carajos me va a pasar con un imbécil que se la da de atento solo cuando quiere sexo y después, ¡puf!, desaparece? No, no me puedo enamorar de él. No — agregó casi en un susurro, hundiéndose en lo que atravesaba su cabeza, en la imagen de aquel morocho de sonrisa arrebatadora y ojos celestes, que le había mandado mil y un mensajes solo para intentar explicar, para darle su apoyo, o, simplemente, para indicar lo arrepentido que estaba de todo, no solo por haber perdido una excelente chef, sino por haber roto así la confianza de esa preciosa rubia.

 

—Creo que ya sabés la respuesta— susurró Pilar posando suavemente la mano sobre la de su amiga, dándole aquel apoyo silencioso ante una verdad que había explotado en la cara de la chef y ahora no sabía qué carajos iba a hacer con ella.

 

—Bueno — dijo cambiando repentinamente el tono a uno más animado —, ahora contame cómo te fue anoche — Y esa sonrisita un tanto nerviosa, un poquito feliz, le dijo más que nada —. ¡Estás hasta las manos!— gritó y comenzó a reír como desquiciada.

 

—¡Callate, boluda!— la regañó entre risas —. Además de qué mierda serviría si ni soy del palo de él. Nada, por ahora la paso super bien, listo, es todo — afirmó muy segura de sus palabras.

 

—¿Qué tiene que ver eso con que no te enganches con el chabón? Ay, Pilar, no me digas que es por Matías— advirtió un tanto preocupada. 

 

—No seas boluda. Es verdad que me ayuda a sacármelo un poco de la cabeza, pero lo de Maty es otra cosa. Además él está hasta las manos con la novia, asique ya fue, no tengo ni media chance de que volvamos — explicó mirando sus manitos. Sí, dolía cómo la mierda admitir eso, pero tenía que hacerlo, ella ya era parte del pasado de aquel morocho, asique él tendría que, eventualmente, ser parte de su pasado.

 

—Sabés que lo de sacar un clavo con otro siempre termina con alguien hecho mierda, ¿no?— preguntó recostándose mejor en el sillón. 

 

—A ver, Sofi linda, es obvio que para Cristian soy una más del montón. ¿Vos te creés que el chabón se va a poner en serio con una mina que labura en el café de su hermano para poder pagar la Universidad? Soy una flaca que no se puede ir fuera del país para las vacaciones porque no me alcanza la guita y él, como mínimo, viaja dos veces al año a Europa y otra a algún destino extraño. No, Sofi, yo también para él soy alguien con quien matar el tiempo, tranquila— afirmó completamente segura mientras su amiga la estudiaba con la mirada, perdida en su mente mientras recordaba ese brillo en los ojos del flaco cada vez que contemplaba a su amiga. Sí, Sofía no estaba tan segura de aquella afirmación. 

 

————————————

 

—Dale, paja, no seas así— insistió Pedro llevándolo al límite de su tolerancia. 

 

—No, chabón, no — se negó por décima vez en veinte minutos—. No tengo ganas de ir a esa fiesta, dejame en paz — gruñó dejándose caer en la silla del escritorio que estaba bien ubicada en su amplia habitación. 

 

—Puta, que tipo tan pija — gruñó el otro mientras tomaba asiento en la cama gigantesca—. Hace mil que no venís con nosotros, ¿qué carajos te pasa?— preguntó con mal humor.

 

—No tiene ganas, chabón— intercedió Tomás completamente consciente de a qué venía tanta negativa por parte del morocho.

 

—Vos también— se desquitó Pedro contra el rubio—, desde que te ves con ese flaquito bien pajero te pusiste — lo regañó. 

 

Sí, exactamente esas descripciones eran las que Cristian quería evitar, sabía que si alguien, quien fuera, se llegaba a referir sobre Pili de una forma despectiva o le endosaba cargas que nada tenían que ver, él perdería los papeles y terminaría todo muy mal. No, Cristian no tenía ese poder con el que contaba su amigo al que todo parecía no afectarle en nada.




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