Estaba sentado en aquella silla sumamente cómoda, mirando el mar mediterráneo a través de los oscuros cristales de sus lentes. Su rostro, duro y sin emociones, dejaba apreciar el mal humor en el que se hallaba.
—Papá y mamá piensan que te enojaste porque no compraron el vino que querías— rió Alejo sentándose a su lado.
Cristian volvió su rostro hacia su hermano mayor, a ese que se parecía demasiado a él, tanto que, si no fuera por la evidente diferencia de edad, bien podrían pasar por mellizos.
—¿Se piensan que tengo quince años?— indagó enojado.
—No, pero desde que llegamos de la excursión que te sentaste acá y tenés terrible cara de culo.
—No es por eso, es…
—Pilar— afirmó su hermano mayor.
—Sí, yo… O sea… — intentó explicar y Alejo se tragó la risa.
—¿Qué? Dale, decime que soy más grande y sabio — dijo con falsa modestia—. Te puedo aconsejar.
—Sos un pelotudo — rió el otro volviendo su mirada hacia el mar.
—Lo que quieras, pero estoy acá para escuchar — alentó.
—¿Cómo te explico? — murmuró mientras pensaba en las palabras adecuadas, en las palabras exactas.
—Decí lo que te pasa y ya — explicó con simpleza mientras se recostaba en aquella cómoda silla.
—Es que no te ha pasado lo que a mí y, tal vez, pienses que soy un pelotudo — murmuró sin mirarlo. Dios, se moría de vergüenza porque el imbécil de Alejo seguro se reiría de él.
—Dale, pendejo, no te hagas el misterioso — alentó el otro golpeándolo suavemente en el brazo.
—Bueno, yo… Emmm… Pili me gusta, de verdad — afirmó con seriedad, mirando a su hermano de frente para hacerle saber la firmeza de sus palabras.
—Bueno — respondió el mayor y se acomodó mejor en su asiento. Pilar era una de las amigas que más quería y, por supuesto, no quería verla sufrir, mucho menos por culpa de su hermano, aunque aquel tono de voz que había empleado Cristian le daba cierta pista sobre lo que pasaba en el interior de su hermanito.
—No, Ale, no entendés. No me gusta de ahora, no me gusta de hace tres días, llevo… Llevo años…
El mayor abrió la boca en una perfecta "o" y esperó que su hermano continuara. Bueno, ciertamente no esperaba esa confesión, ciertamente pensó que Cristian sólo mataba el tiempo, tal como hacía él.
—¿Cuánto? — preguntó al ver que no continuaba el relato.
—Cuatro años — dijo con los ojos clavados en sus manos —. No le digas — pidió desesperado —, no quiero quedar… No quiero… Por favor, no le digas — pidió en un susurro.
—Tranquilo, no es algo que me corresponda decirle — afirmó apoyando su enorme mano en la pierna de su hermano —. ¿Y entonces?¿Cuándo la vas a traer a casa?— indagó con cierta malicia.
—No seas boludo, si ya conoce a los viejos — rió un tanto aliviado por saber que su hermano le guardaría el secreto.
—Sí, pero como mi amiga, esto es otra cosa — alentó.
—No, no hemos definido nada. O sea, salimos y eso, pero no hemos dado un nombre a lo que tenemos.
—¡¿Cuatro años y todavía no le proponés algo serio?!— se sorprendió realmente divertido por verlo tan tímido, tan avergonzado.
—Callate, boludo — dijo golpeándolo en el hombro con fuerza —. Dejame hacer las cosas a mi forma — sentenció.
—¿A qué le tenés miedo?— preguntó en un tono calmado mientras frotaba su hombro. Mierda, le había dolido el golpe.
—Yo. Ale, vos sabés lo que hago, lo que hice… Yo… No sé si ella… Tal vez no quiera…
—Pará — interrumpió poniendo su mano en la rodilla del otro —. ¿Pensás que te va a rebotar?
—Que se yo. No quiero hablar de eso, no ahora — pidió mirándolo de frente.
Alejo no necesitó ver los ojos de su hermano para saber el tormento que se desataba en el interior de aquel hombre. A ver, él sabía de lo que hablaba su hermano, si él mismo le había dicho aquello sobre su estilo de vida, pero no por eso creyó que el autoestima de Cristian, su percepción de cómo el mundo lo veía, se vería así de afectado. ¡Qué pelotudo! Si él sabía los problemas de ansiedad de su hermanito, él sabía que Cristian luchaba todos los días en su cabeza con el futuro, que su mente siempre proyectaba una realidad que aún no sucedía y siempre era la más trágica de las opciones. ¿Y qué había hecho él? Le gritó en la cara pelotudeces que de nada ayudaban. Puta, había sido una mierda y ahora mejor intentaba aliviar el mal que provocó.
—No seas boludo, sos un buen tipo, tanto como cualquiera. Posta, boludo, ella no te va a rebotar, la conozco, si no le interesaras no estaría ahora con vos — explicó con calma aunque notó que para su hermano fueron palabras vacías, ninguna de ellas le llegó realmente.
—Gracias, en serio, pero sé quién soy — sentenció el menor y se puso de pie para salir de allí, para dejarlo solo con la culpa punzando en su alma.
Alejo suspiró agotado y tomó su teléfono. Bueno, de algo tenía que servir que Pilar fuera su amiga.
—Ey, Pili, ¿cómo va? Che, ¿qué le hiciste a mi hermanito que parece un zombi pelotudo que camina por Grecia? — indagó en un audio.
Tal vez no sirviera de mucho, pero ayudaría a que aquella relación llegara a buen puerto.
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Cristian se tiró en la cama y dejó que su mente vagara por los recuerdos frescos que podía apreciar en la piel. Tomó su teléfono y buscó una de las fotos que se había tomado en aquella caminata por las calles griegas. Envío esa en la que se veía a él y luego el mar turquesa de fondo. Abajo de la foto escribió: "No quiero darte envidia, pero acá el día está bien lindo".
En menos de diez minutos tuvo una respuesta que le arrancó una buena carcajada. Ella, en un audio que la hizo extrañarla más, lo insultaba a él, su dinero y al estúpido de su amigo, les deseaba mal a todos y que, ojalá, el cielo se nublara y lloviera el resto de los días. Cristian rió con más ganas y respondió en un audio donde, con fingida indignación, le recriminaba sus malos deseos y le recordaba el mal que hacía la envidia.