Bueno, cuando él le había dicho aquello no esperó que eso pasara, no se imaginó que esa imagen iba a ser real, nunca esperó verlo así, con una mina preciosa sentada en sus piernas, con él inhalando algo del pecho de ella, con ella mirando a la cámara plantando una extraña sonrisa mientras sus pupilas se notaban demasiado dilatadas. No esperó que el pulso le temblará mientras intentaba contactarlo, mientras aguardaba que le atendiera el puto teléfono. Cinco veces llamó, cinco y nunca le atendió. Se resignó a que Cristian no contestaría asique llamó al único que se le cruzó por la cabeza, a ese rubio de mal carácter que, seguro, la atendería.
—Tomás — dijo apenas atendieron.
—¿Pili?— respondió el otro con la voz ronca.
—¿No estás con Cris?— preguntó sintiendo ese nudo asfixiarla, esa sensación de total dolor en el pecho, esa cosa que le abría el alma de a poquito.
—No. ¿Pasó algo?— indagó el rubio sentándose en la cama, intentado no despertar a ese bonito hombre que dormía a su lado.
—Yo… ¿Podés revisar el perfil de Cristian e ir a buscarlo? Creo que se le está yendo de las manos la fiesta a la que fue — explicó como pudo sin quebrarse.
Tomás frunció el entrecejo, puso el altavoz, sabiendo que aquel hombre ya estaba despierto, y rebuscó en las redes de su amigo. Puteó a los miles de dioses de las miles de religiones existentes y escuchó algo similar a un sollozo al otro lado de la llamada.
—Pili, no estoy en Mendoza — dijo dolido, sabiéndose incapaz de ayudar a aquel par.
—Ah, bueno. ¿Me podés decir dónde está? De última lo voy a buscar yo — dijo bien bajito, lastimándose demasiado.
—Le llamo a Martín, que vaya él — propuso el otro.
—Martín salió con Sofi, fueron a Tunuyán — explicó casi sin voz.
—Ay, Pili — susurró el rubio revolviéndose el pelo, sintiendo esos brazos envolverlo, contenerlo —. Ya te paso la dirección, ahora llamo a la guardia del barrio para que te deje pasar — explicó con suavidad, temiendo lastimar a esa castaña más de lo que ya estaba. ¡Estúpido Cristian y su estúpido autoestima de mierda!¿¡Por qué era incapaz de negarse a hacer algo que no quería!?¡¿Por qué no se despegaba, de una buena vez, de todas esas personas que le hacían mal?!¿Por qué?...
—Gracias — susurró la castaña justo antes de cortar, justo antes de sentir esa lágrima, la primera de muchas, bajar por su mejilla.