Vidas - Capítulo 3

Capítulo 22

—Decime — dijo y se alejó un poco de la barra, caminando hacia la puerta de la cocina, bueno, Emma iba a tener que buscar otra forma de esconderse porque ella no pensaba cortar para ir a atender una mesa.

 

—Te lo voy a decir directamente. Cristian está en mi casa hecho mierda, no se ha movido de la habitación desde que llegó, parece un fantasma. Entiendo que estés enojada con él, en serio que si no estuviera tan mal lo habría puteado, pero el flaco, en serio, se siente como la mierda. Pilar, perdón que te lo pida, pero ¿podrás venir y hablar con él? Aunque sea escucharlo, dejarlo que te explique, después ves si le creés o no, si lo perdonás o no, pero te juro que… Pili — llamó y ella supo que algo terrible le estaba por confesar —, Cristian tiene unos cuantos problemas que no puede solucionar, no si no va a algún especialista a que lo ayude, por eso, por ahora, es lo único que puedo hacer para sacarlo del pozo en el que se metió. No te lo digo para que le tengas lástima, solo lo digo porque… Bueno, no es lindo cómo lo vas a encontrar si venís — explicó y aguardó con paciencia una respuesta. 

 

Es que Maiia sabía que se necesitaba tiempo para asimilar que la otra persona podía tener problemas difíciles de sobrellevar, no todos estaban dispuestos a tender una mano, a ayudar a otro a salir de la mierda, ¡carajo que ella lo sabía bien! Solo esperaba, rogaba, que esa Pilar fuese como su hermano lo había sido para ella, ese ancla a la que aferrarse cuando la tormenta golpeaba con fuerza, porque eso era lo que necesitaba su amigo, ese que parecía una bola enorme sobre la cama, ese que no había parado de llorar hasta que cayó dormido, ese que se odiaba con profundo dolor. Cristian era un buen hombre, todos lo podían ver, todos salvo él mismo y eso era terrible, porque nadie sabía muy bien cómo abrirle los ojos hacia la realidad de su propia persona, cómo ayudarlo a comprender que todos cometían errores, pero la verdadera proeza era salir de ellos y aprender, el no cometer nunca un error, el hacer siempre las cosas bien, no era humano, no era importante porque las batallas eran las que dejaban enseñanzas, sobre todo aquellas en la que uno perdía, en la que se sentía menos que un parásito, pero después, con paciencia y amor, se podía volver a estar de pie, con una nueva cicatriz en el alma, pero más fuerte que antes. 

 

No, Cristian no veía aquello, no podía entenderlo, solo se sabía un hombre de fiestas eternas y consumo moderado, porque ni para eso servía, no era adicto, aunque tampoco podía dejar de consumir porquerías, no, él siempre hacía todo a medias, todo mal, todo mediocre.

 

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Sonrió cuando la volvió a encontrar en ese boliche al que había jodido para ir con sus amigos. Se supo triunfante cuando ella lo vió y sonrió amplio, prometiendo un encuentro delicioso dentro de un par de horas. La besó con ganas cada vez que se encontraban en ese amplio espacio, le acarició el brazo cuando ella pasó a su lado en el momento que él pedía unas cervezas en la barra. Se deleitó con su piel cuando la intimidad de los polarizados de su auto, la ebriedad de las personas en el exterior, y el poco pudor de su acompañante, le otorgaron el ambiente ideal para empacharse de esa muchacha de piel dorada y cabellos castaños, con unos bonitos brillos dorados esparcidos naturalmente por todo ese volumen increíble. Sintió los labios de ella presionar un poquito los suyos antes de bajarse del auto, luego de haberse acomodado el vestido, y sonrió cuando la vio de atrás, con ese caminar que hizo a un par voltear para contemplarla por completo. 

 

Bueno, haber ido de nuevo a ese boliche inmundo le había servido para sacarse las ganas de esa mujer, de esa que, cada tanto, como una polizón, se colaba en sus sueños y lo despertaba duro, necesitado.

 

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Golpeó la puerta de aquel departamento y casi se desmaya allí cuando la vió, cuando el nombre se vinculó con una imagen, una que ella conocía bastante bien.

 

—Hola — saludó Maiia un tanto ajena a las emociones de la otra muchacha.

 

—Sos Maiia — afirmó aún sorprendida. ¿Cómo carajos Cristian la conocía y por qué nunca le habló de ella?

 

—Sí, pasá— invitó segura de a qué se debía tanta emoción por parte de la castaña. Se aguantó la risa cuando la vió buscar dentro del departamento y se encontró en la necesidad de aclarar:—. Alex no está, llega más tarde — dijo y notó ese revuelo en la linda muchacha. Bueno, Cristian se había conseguido alguien bastante transparente en cuanto a emociones.

 

—Ay, Dios… Perdón — se apresuró a decir, en realidad a balbucear. 

 

—No pasa nada — respondió sonriendo —. Vení, sentate, tengo que contarte algo antes que lo veas — dijo y señaló a ese amplio sillón. 

 

Sí, la fan obsesionada salió a flote y casi muere al saber que se sentaría en el mismo lugar que aquel sexy baterista. Mierda, esperaba verlo antes de irse.

 

—Cristian tiene un temita de ansiedad — comenzó Maiia sentándose y esperando que su acompañante se decidiera a hacer lo mismo.

 

—¿Problema como qué?— indagó tomando asiento al lado de esa morocha increíble. Bueno, mejor se concentraba en lo importante. 

 

—No maneja bien el tema de la ansiedad, todo lo que no puede controlar lo hace mierda, pero muy mierda, no es que solo se deprime o se pone ansioso, no, es algo mucho más profundo.

 

—¿Cuánto de profundo?— preguntó con el miedo escalando por su espalda.

 

—Mucho, tanto que llega a consumir para calmar su cabeza, lo que pasa adentro de ella. Pilar, así lo conocí — explicó apoyando su mano en esa muchacha que luchaba contra las lágrimas que empujaban por salir —. Todos conocen mi historia, lo que hice, bueno, a Cristian lo conocí de esas fiestas, pero yo sabía que él era distinto, que no consumía como lo hacía yo, que él podía zafar de la mierda en la que yo estaba metida, por eso le hablé, le dije que se aleje. Cristian sólo consume en contadas ocasiones, pero cuando lo hace se le va la mano porque usa eso como una válvula de escape, para aliviar la tensión. 




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