Oficina de finanzas, 5:50 p.m. Ya pasó la hora de salida; solo quedan unas pocas luces y el zumbido de los servidores.
—¿Has oído lo de la jefa de Financiero?
—No. ¿Qué pasó?
—Dicen que está saliendo con una mujer. En secreto.
—¡¿QUÉ?!
—Y esa mujer es la esposa de uno de los socios. O era, según a quién le preguntes.
Ana deja la taza vacía sobre el escritorio. El reloj marca 5:51.
—Pero si ella… parecía tan normal. ¿Qué le pasó?
—Después de tantas decepciones, quizás decidió probar otro camino.
—El padre de su hijo, el menor —dice la otra mientras mueve la taza de café—.
La compañera asiente en son de confirmación.
—Pobre… —Ana mueve la cabeza en son de negación, lenta, como quien lamenta un accidente inevitable.
—Ahora dime: ¿crees que sea… medio lesbiana o lesbiana completa?
—Eso ya no se dice, Ana. Se dice tomboy o simplemente que le gusta quien le gusta.
—Bueno, pero a mí me encantaba cómo se vestía. Esos trajes impecables, los tacones en los eventos…
El pasillo está vacío. Solo el eco de sus voces.
—Lo que más me preocupa —susurra Ana— es que pierda el respeto.
—Ya lo está perdiendo.
—Recuerdas cuando nos dijo que su opinión pesaba en las juntas de socios?
—Que Dios la guarde… porque cuando esto llegue a los oídos del CEO, no sé si volverá a pisar estas oficinas.