—¡Ma!… ¡Ma!
La voz de Tony me sacó del sueño. Abrí los ojos con lentitud, todavía enredada entre las sábanas.estaba, en pijama, recostado contra el marco de la puerta.
—¿Qué hora es?
—Las diez. ¿Qué vamos a desayunar?
Me senté despacio en la cama.
—No sé, dile a Javier que pida algo o escoge tú lo que quieras y que él lo traiga.
—Okay —dijo y desapareció.
Apoyé la cabeza contra el respaldo y cerré los ojos.
Marcela.
El nombre se coló sin permiso.
¿Qué me pasó ayer?
No había tomado tanto… o sí, pero no lo suficiente como para justificar el calor que todavía sentía en el pecho.
«Es porque llevas años sola», me repetí.
Pero no era verdad.
Era Marcela.
Mi ex-mejor amiga. Nada más.
—¡Mamá!
El grito llegó desde la sala.
—¡Ya pedí bolón! ¡Viene en camino!
—¡Perfecto! —contesté.
Me levanté. Basta.
No iba a pasarme el día pensando en eso.
No tenía sentido.
Veinte minutos después, ya bañada y con el pelo recogido, salí a la sala.
Tony tenía el desayuno en la mesa.
—Gracias, Javier —dije antes de que cerrara la puerta.
—Javier es un ángel —dijo Tony con la boca llena—. Me ha salvado de tantas…
Sonreí a medias.
—Sí, me dijo que te llevó tu mochila ayer. ¿Cómo puedes olvidarte de lo más básico, Tony?
Él solo se encogió de hombros y siguió comiendo.
Antes de dar el primer bocado agradecí mentalmente a las tienditas latinoamericanas de SOHO que todavía vendían bolón a domicilio.
Tomé el primer bocado… y el sabor a verde, a hogar y a ayer me golpeó de una sola vez.
—¿Y qué vamos a hacer hoy? ¿O vas a trabajar? —preguntó Tony con la boca medio llena.
—No, no iré. Tengo cosas pendientes, pero no tocaré nada hasta mañana. Me merezco este break.
Tony soltó una risita incrédula.
—¿En serio? ¿Tú… un sábado sin abrir el laptop? ¿Segura que Verónica no te cambió anoche?
Reí suavemente.
—Además, hoy vamos a almorzar con tus tías. Escríbeles a Sebas que tiene que estar a la 1:30 en el restaurante.
—¿Vamos a ir? Pensé que tenías que acompañar a Verónica al evento de Isaac…
—Sí, pero iré más tarde
*
¡Tony, apúrate, son casi la 1:30! ¡Tenemos que ir a recoger a tu hermano! —grité desde la sala mientras me ponía los tacos.
—Ya bajo —respondió Tony desde su habitación.
Mi teléfono vibró. Lo revisé y vi el mensaje de Sebas:
—Mamá, ¿ya estás cerca? Flavie dice que mejor nosotros tomamos un taxi para no desviarte.
—Perfecto, tomen el taxi entonces. Yo iré con Tony. Recuerda que la reserva es en Casa Cruz.
—Okay.
¡Tony, si no bajas en este momento te juro que te dejo y me voy sola!
—Okay, okay —dijo Tony bajando las escaleras a toda prisa, ya con la camisa bien puesta y el celular en la mano.
*
—Ayy, hola Carmen, no te había visto que llegaste.
—No te preocupes, Claudia —mi hermana me repasó de arriba abajo—. Te ves increíble. Me encanta ese vestido, ¿dónde lo compraste?
—Gracias. Es Loro Piana.
—Wow, maravilloso.
—Hola tía Carmen —dijo Tony.
—¡Ay, mi niño! ¿Y Cristina?
—Se demora, tiene pacientes.
—Entonces pedimos entradas y la esperamos.
Tomé un sorbo de vino y solté la bomba.
—¿Sabes a quién me topé ayer?
—¿A quién?
—Justo en casa de Verónica… me topé con Marcela.
Carmen se quedó helada. Las cejas arriba, la boca en O.
—¿La misma Marcela que estoy pensando?
Reí nerviosa.
—Sí.
—¿Marcela Villaseñor? —preguntó en voz demasiado alta.
Algunas mesas giraron la cabeza. Andrés la miró perdido.
—Lo siento —dijo algo avergonzada y miró a su novio—. Luego te explico.
Bajó la voz, pero el drama seguía intacto.
—Claudia, me tomaste por sorpresa. Pensé que era más probable que te encontraras al papá de Tony otra vez —se rió sola.
Yo también reí, aunque por dentro seguía temblando.
—¿Hablaron?
—Más o menos. Yo fui espectadora mientras ella y Verónica hablaban.
—¿Y cómo está?
—Casada. Creo que no tiene hijos, aunque no estoy segura.
—¿En serio? —Carmen arqueó una ceja.
—Tía, eso no es raro —intervino Sebas—. Cada quien decide.
—Obvio, pero una mujer casada… —empezó Carmen.
—O simplemente no quisieron —añadió Tony.
—Puede ser —dije—. Cuando le conté que tenía dos hijos se quedó… sorprendida.
—Es que tú no pareces de 45 —dijo Carmen.
—Cierto —respondí yo, casi en automático.
—Y Marcela… ¿Como está ? —preguntó Carmen con esa sonrisita que conozco desde niña.
—Muy increíble —se me escapó.
Las tres cabezas me miraron.
—O sea… conserva el cabello rizado, ahora más largo. Nariz respingada, ojos verdes… lo siento, me distraje. Sí, se la ve muy bien. Piernas largas y todo.
Carmen asintió despacio, conteniendo la sonrisa.
—Bueno, lo importante es que no ha cambiado nada desde entonces —dijo con tono de hermana menor que lo sabe todo.
La miré seria.
—Carmen, es una mujer muy atractiva, punto. Nada más.
—Tranquila, yo nunca dije lo contrario. Y si no te sientes cómoda hablando de sus atributos delante de todos, está bien.
Sebas y Tony intercambiaron una mirada cómplice.
Yo me terminé el vino de un trago.
*
Holiii, ¿cómo están?
Espero que estén muy cómodos, donde sea que estén leyendo.
Cuéntenme: ¿qué opinan de Marcela? ¿Y los comentarios de la tía Carmen? ¿Muy pasados o totalmente normales para ella?
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