Kevin estaba sentado en su escritorio, mirando al frente como un perdedor, con los ojos vacíos como bloques de hormigón, al parecer sin oír siquiera a Leah, de pie frente a él. Leah estaba de pie, cruzada de brazos, con los dedos de los pies constantemente de puntillas como una bailarina indecisa ante el baile.
──Kevin, tengo que hablar contigo de algo. Su voz no era aguda, pero sí bastante decidida.
Kevin levantó los ojos y la miró entrecerrados, todavía con cara de agua muerta.
──Dilo.
Una voz en la mente de Leah quiso decir: «Mírame», pero se contuvo, respiró hondo y se guardó el resentimiento en el pecho.
──He puesto tanto en esta relación y nunca me has respondido. Siempre dices que necesitas tiempo, ¿cuándo será suficiente? ¿Cuándo dejarás de esconderte?
Kevin levantó las cejas, y no había ira ni dolor en sus ojos, sólo una indiferencia desinteresada, como si ni siquiera girara la cabeza para mirar a un perro si lo oyera ladrar.
Leah se sintió a punto de estallar.
──Te encerraste detrás de una puerta y no me dejaste entrar, ¿por qué? No intento cambiarte, sólo quiero saber, ¿qué soy yo para ti?
Kevin no contestó, bajó la mirada a su escritorio como si estuviera mirando una lápida del futuro. El silencio se prolongó más y más hasta que Leah sintió que se ahogaba.
Le dio la espalda, con el tono un poco tembloroso.
──Dijiste que necesitabas tiempo, y lo respeto. Pero no puedo esperar más, Kevin. Apretó los dientes y casi pudo oír cómo se le partía el corazón. ──He esperado demasiado, pero ahora me doy cuenta de que no tiene sentido esperar. Siempre te has negado a abrir la puerta, y yo, por mi parte, no puedo quedarme ahí fuera para siempre.
Los ojos de Kevin vacilaron un instante, pero volvieron a desaparecer. Leah casi podía oír cómo se derrumbaba por dentro. Se dio la vuelta, con la mirada fija en él, como si quisiera ver algo en sus ojos.
──Kevin, lo he decidido. Su tono era innegable, ──No voy a esperarte. Me merezco algo mejor.
El corazón de Kevin se detuvo de repente, y el dolor surgió de su pecho, como un cuchillo girando en su interior. Pero no dijo nada, permaneciendo frío. Lo único que podía ver era la calma en los ojos de Leah, que hacía tiempo que había dejado a un lado, una determinación tomada hacía siglos.
Leah sonrió levemente, con un poco de tristeza en los ojos.
──No me necesitas, tal vez he estado esperando todo este camino a una persona imposible. Terminó y se giró hacia la puerta, con los pies pesados, como si cada paso fuera sobre el corazón de Kevin.
Kevin la vio marcharse, sin expresión en su rostro, pero sus ojos estaban tan vacíos que eran irreales. El dolor, seguía ahí. Bajó la cabeza y apretó la esquina de la mesa, sintiendo que estaba a punto de romperse.
Las voces del otro lado de la puerta se desvanecieron, y Kevin se sintió de pronto como una isla, las aguas a su alrededor tragándoselo poco a poco.
Permaneció sentado largo rato, finalmente se levantó, cogió el móvil y marcó el número de Leah. Al otro lado del teléfono sólo se oía un frío vacío. Kevin colgó el teléfono, aturdido. Sabía que se le había escapado algo, pero la puerta, que seguía delante de él, no se abría.
──Mierda, qué cabrón más grande. murmuró para sí, mirando por la ventana el cielo cada vez más oscuro. ¿No estaba todo el mundo destinado a fallar cuando más lo necesitaba, y ser el último en darse cuenta de la estupidez de su error?
Se tocó la foto en el pecho, donde solían estar sus sonrisas, y ahora, ya ni siquiera podía verse a sí mismo. El miedo se apoderó de él, sin saber cómo seguir, o mejor dicho, sin atreverse a seguir.
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Editado: 20.01.2025