La ciudad parpadeaba con luces tenues, mientras Alma, con su traje impecable y mirada firme, cerraba un trato millonario. Como una de las ejecutivas más destacadas de su empresa, el éxito era su segunda naturaleza. Sin embargo, nada la había preparado para lo que estaba por venir.
En la opulenta sala de la mansión Hall, Thomas observaba la transacción desde la penumbra. Con cabello oscuro y ojos intensos, su aura de heredero adinerado no dejaba lugar a dudas sobre su estatus. Las murmuraciones sobre la fusión de empresas habían sido inevitables, pero la última cláusula del contrato cambió el rumbo de sus vidas.
El patriarca Hall, un hombre de negocios astuto, anunció: «Para sellar esta alianza, propongo un matrimonio entre las familias».
La sala quedó en silencio, y las miradas se dirigieron a Alma y Thomas, cuyos destinos se entrelazaron en ese momento.
Alma apenas podía creer lo que escuchaba. Su vida siempre había estado centrada en su carrera, no en compromisos matrimoniales. Thomas, por otro lado, ocultaba sus emociones tras una expresión imperturbable, aunque el destello de incomodidad en sus ojos revelaba su sorpresa.
—Matrimonio, una estrategia inusual para consolidar una alianza empresarial —comentó ella, tratando de mantener la compostura mientras las miradas de la sala estaban en su dirección.
Thomas, con voz calmada, añadió: —Parece que nuestros destinos están más entrelazados de lo que imaginábamos, señorita Torres.
A medida que los detalles de la fusión y la inesperada propuesta matrimonial se desenvolvían, Alma y Thomas se encontraron en una encrucijada. El dilema entre el deber empresarial y las complicaciones personales creaba un tenso silencio en la mansión Hall, mientras las sombras de la noche se extendían por la ciudad que, ajena a las decisiones que se gestaban, continuaba parpadeando con luces tenues.
La tensión en la habitación se volvía palpable cuando el patriarca continuaba explicando los beneficios de esta unión. Mientras todos debatían sobre las cláusulas, ellos intercambiaron miradas intensas, reconociendo la complejidad de la situación.
—¿Estás segura de que esto es lo correcto? —preguntó Thomas en voz baja, con su mirada, buscando respuestas en los ojos de Alma. Ella suspiró antes de responder, también en un tono discreto.
—No tenemos muchas opciones. Este acuerdo puede proteger a nuestras familias, pero…
—Pero ¿qué pasa con nosotros? —completó él, compartiendo la preocupación que atormentaba a ambos.
Al final, el contrato se firmó, sellando el destino de ambos jóvenes. Se encontraron en una situación donde el deber y las expectativas sociales chocaban con sus deseos personales. Una vez fuera de la sala, se miraron el uno al otro, conscientes de que su mundo estaba a punto de cambiar de formas inimaginables.
—No sé cómo vamos a sobrellevar esto, Alma. —Thomas rompió el silencio, expresando la incertidumbre que llenaba su mente. Ella asintió con tristeza, suspirando.
—Ninguno de nosotros esperaba esto, pero tenemos que encontrar una manera de hacerlo funcionar. Nuestras familias dependen de ello.
Esa noche, en sus respectivos hogares, reflexionaban sobre el impacto de este acuerdo. La lucha entre la razón y las emociones comenzaba a desencadenarse en sus corazones, dando inicio a un torbellino de emociones que los llevaría a explorar el inesperado camino del matrimonio por obligación.
—¿Cómo llegamos a esto? —murmuró Alma consigo misma, mientras observaba la luna a través de la ventana.
Thomas, en su propia morada, compartía la misma pregunta sin respuesta. Ambos sabían que el viaje que tenían por delante no sería fácil, pero el destino ya había tejido sus hilos, y ahora solo podían enfrentar las consecuencias de un acuerdo que marcaba el comienzo de una historia impredecible. Él tendría que renunciar a una vida de libertades, atarse a una mujer cuando se juró que jamás lo haría.