La mansión se iluminaba con una suave luz amarilla que resaltaba la elegancia de la decoración floral. En el vestíbulo, Thomas ajustaba su corbata con nerviosismo, mientras la ansiedad por el compromiso se dibujaba en sus ojos. El reloj marcaba las últimas horas de su soltería, y una mezcla de emoción y dudas danzaban en su mente.
En su departamento, Alma, radiante en su vestido de noche, se miraba en el espejo con una sonrisa de anticipación. Sabía que la cena de negocios era una formalidad más, un último protocolo para cerrar un trato ya pactado en la víspera de su vínculo forzado con Thomas. La frialdad de la situación comenzaba a pesar en su corazón.
Thomas se dirigió al club nocturno, un lugar de ritmo frenético, mujeres y luces destellantes. Sus amigos lo esperaban con entusiasmo, listos para celebrar la despedida de soltero. La música resonaba en sus oídos mientras intentaba liberar su mente de las tensiones. Sin embargo, a medida que avanzaba la noche, el bullicio del club no lograba ahogar por completo los pensamientos que lo inquietaban. Durante la celebración, el lente de un paparazzi logró capturar a Thomas y a una exuberante rubia en una situación bastante íntima.
Al mismo tiempo, Alma se sentaba en una elegante mesa de un restaurante exclusivo, rodeada de ejecutivos y socios de negocios. Su mente estaba presente en cuerpo, pero sus pensamientos divagaban en el futuro incierto que le deparaba el matrimonio pactado. Las risas y los brindis resonaban a su alrededor, pero en su interior, una tormenta silenciosa se desataba.
La noche avanzaba, y ambos protagonistas se encontraban inmersos en mundos distintos, cada uno enfrentando sus propias dudas y reflexiones en la víspera de la unión que los esperaba. Aunque los caminos de ambos divergían momentáneamente, el destino los aguardaba en el umbral de un compromiso que cambiaría sus vidas para siempre.
Alma, mientras disfrutaba de la cena de negocios, sintió la vibración constante de su teléfono. Al revisar las notificaciones, se encontró con un mensaje de una amiga que le pedía que revisara un enlace. Con curiosidad, abrió el mensaje y se encontró con una serie de fotos comprometedoras de Thomas junto a una mujer rubia.
El corazón de Alma dio un vuelco al ver las imágenes. Las risas y charlas a su alrededor se desvanecieron mientras observaba cada fotografía con incredulidad. Las luces tenues del restaurante resaltaban su expresión de sorpresa y desilusión.
Mientras tanto, en el club nocturno, Thomas se sumergía en la música y las risas de sus amigos. Sin embargo, la alegría se vio ensombrecida cuando recibió un mensaje de Alma. Intrigado, abrió su teléfono para encontrar un enlace que lo condujo a las mismas fotos que habían impactado a ella minutos antes.
—¿Cómo pudo pasar esto? —murmuró Thomas para sí mismo, sintiendo un nudo en el estómago. Intentó concentrarse en la celebración, pero la sombra de las imágenes lo perseguía.
De vuelta en el restaurante, Alma se sintió dividida entre la rabia y el dolor. Cerró su teléfono con fuerza, intentando procesar lo que acababa de descubrir. Una voz en su interior le decía que debía enfrentar la situación, que no podía ignorar lo evidente y que lo le permitiría dejarla como una idiota.
Una vez terminada la cena, uno de los inversionistas le propuso llevarla a su casa, oportunidad que no desaprovecharía, sabiéndose en el centro del ojo público.
Con pasos decididos, se encaminó hacia la puerta del restaurante al brazo del hombre que la llevaría a su casa. Mostrándose feliz, subió al auto intentando que los espectadores tuvieran la percepción de que eran muy cercanos.
(***).
Tras unos toques que pretendían tirar la puerta abajo, Alma abrió con determinación, revelando la figura molesta de Thomas. Sus ojos reflejaban indignación y confusión mientras se enfrentaba a ella.
—¿Qué diablos es esto, Alma? —exclamó, agitando el periódico con la nota sensacionalista. La imagen de Alma saliendo del restaurante con el inversionista ocupaba la mitad de la página, mientras que, en la otra, se mostraba a Thomas acompañado por la misteriosa rubia—. ¿Una relación abierta? —Aunque sorprendida por la rapidez con la que la noticia se había esparcido, mantuvo la calma. Lo observó con firmeza antes de responder.
—Thomas, sabes que esa nota está tergiversada. Estaba en una cena de negocios con el inversionista, y la situación fue malinterpretada. Tú y yo acordamos respetar nuestras vidas personales. No tienes derecho a reclamarme por algo que no tiene fundamento; recuerda que nuestro vínculo es forzado. —Él frunció el ceño, incapaz de ocultar su frustración—. ¿Y qué hay de la rubia? ¿También es parte de tus negocios? Solo te pedí discreción, lo que sí no voy a permitir es que me humilles de esta forma. —Alma suspiró, molesta por la situación. No podía evitar recordar las imágenes que había visto en su teléfono la noche antes de la confrontación.
—La rubia es un malentendido. No sabía que estaba siendo fotografiado con ella. Pero, además, no tienes derecho de cuestionar mis acciones después de lo que aparece aquí —dijo señalando el periódico.
—¿Olvidaste nuestra conversación? Te lo recuerdo, no nos entrometeremos en la vida del otro mientras no existan situaciones como estas. —Thomas bajó la mirada, reconociendo la validez de sus palabras. Sin embargo, el orgullo herido lo empujaba a continuar con la reclamación.