A mis padres, Nancy y Roberto,
por nunca cuestionar mis sueños, por celebrar cada palabra que escribí como si fuera una victoria compartida. Ustedes me dieron alas con su fe y su ternura.
A Merlyn, mi amiga querida,
por sostenerme incluso cuando no sabía cómo sostenerme a mí misma. Gracias por recordarme con tu risa que la vida aún puede ser luminosa, incluso en los días más nublados.
Y a mi bisabuela Carmen,
que ya no camina a mi lado, pero vive en cada recuerdo. El duelo por tu partida me enseñó que el amor trasciende incluso la muerte, y fue ese dolor, tan profundo y tan puro, el que plantó la semilla de este libro.
Gracias por existir en mi historia. Este libro también es parte de la suya.
"A veces, el amor que más nos transforma no es el que se queda, sino el que nos enseña a seguir caminando incluso cuando se va."
Editado: 24.04.2025