Vive por mí, por favor

Capítulo: Risas que abrazan

Era viernes por la tarde y el cielo se sentía especialmente azul. De esos días en los que el clima parece darte permiso para estar un poco mejor. Gloria, Merlyn y Alejandra me habían invitado a su casa para una noche tranquila. Nada grande. Solo nosotras, algo de comida y muchas películas malas para criticar.

Cuando llegué, el aroma a palomitas y pizza ya estaba en el aire. Me recibieron con abrazos suaves, de esos que no preguntan nada pero lo dicen todo. Me sentí en casa.

—Tengo una lista de películas tan malas que ni tú llorando puedes defenderlas —dijo Gloria mientras me pasaba una manta.

—Eso lo veremos —contesté sonriendo—. Tal vez me convierta en su fan número uno.

Nos acomodamos en el sofá, cada una con una taza de té, y empezamos la sesión. Entre cada escena absurda, los comentarios ridículos y las carcajadas, me sentía más ligera. Como si la risa limpiara los rincones del alma.

—¿Se acuerdan de cuando nos escapamos del ensayo para ir a comer helado a las diez de la mañana? —dijo Merlyn entre risas—. Y tú, Olivia, terminaste con el helado en el zapato.

—¡Porque tú me empujaste! —le respondí, riendo por primera vez en días sin ninguna sombra detrás.

—Yo nunca me había reído tanto —agregó Alejandra—. Esa vez supe que iba a ser tu amiga siempre, aunque fueras un desastre.

Nos miramos, todas, con esa expresión que solo se comparte entre mujeres que han visto las partes rotas de la otra y se han quedado.

Entonces, sin pensarlo, lo dije.

—Encontré una carta. De Tom. Hace unos días.

El silencio fue inmediato, pero no incómodo. Solo expectante.

—No quiero leerla en voz alta... todavía. Pero él me decía que siguiera. Que no me quedara estancada. Y por primera vez... sentí que puedo hacerlo. No del todo, pero... de a poco.

No dijeron nada por un segundo. Luego Alejandra me abrazó por detrás, apretándome con fuerza.

—Tom te amaba. Y también sabía que mereces vivir.

—Nosotras también lo sabemos —dijo Merlyn.

—Y estamos aquí. Con palomitas, películas malas y todo el amor del mundo —agregó Gloria.

Me acurruqué entre ellas, la manta cubriéndonos a todas como un refugio compartido. La película siguió corriendo en la pantalla, pero ya no importaba tanto.

Estaba rodeada de risas. De abrazos silenciosos. De amor, del bueno.

Y por primera vez, no me sentí sola.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.