Volver al parque fue una decisión que no planeé. Mis pies, más que mi voluntad, me llevaron hasta ahí, como si algo me empujara suavemente a regresar. Esta vez, fui sola. Llevaba otra carta en mi bolso, no tan larga como la anterior, pero igual de sincera. No era una despedida. Era un pequeño "estoy bien".
El cielo estaba cubierto, pero no amenazaba lluvia. El aire era fresco y el parque, tranquilo. Había niños jugando a lo lejos, parejas paseando y algunas personas solas, como yo. Caminé lentamente hasta llegar al banco de siempre, el que compartí tantas veces con Tom.
Me senté. Cerré los ojos por un momento, dejando que el silencio me envolviera. Saqué la carta y la sostuve entre las manos, sin abrirla aún.
Y entonces, sucedió.
Un aroma.
Tan familiar que se me escapó el aliento.
No podía ser. Ese perfume... ese equilibrio perfecto entre madera, frescura y una nota cálida. Era él. Era su perfume. El mismo que solía quedarme en la ropa después de abrazarlo. El que me hacía voltear en cualquier sitio, ilusionada, cuando aún estaba vivo.
Abrí los ojos de golpe y miré alrededor. Había un hombre sentado a unos metros, leyendo un libro. No podía verle bien el rostro desde donde estaba, pero algo en su postura, en la forma en que pasaba las páginas, me recordaba a Tom.
Sentí cómo mi corazón se aceleraba. No quise acercarme. No esta vez. No necesitaba confirmar nada. Porque en realidad, sabía que no era él.
Pero ese olor...
Cerré los ojos de nuevo. Dejé que la fragancia me envolviera. Esta vez no lloré. Me dejé llevar por la sensación, como si Tom estuviera sentado conmigo otra vez. Como si el universo me hubiera dado un instante prestado para sentirlo cerca.
Saqué la carta, la desdoblé y la leí en voz baja, sólo para mí... y para él.
"Hoy no vengo a despedirme. Vengo a decirte que estoy caminando, que aprendí a respirar sin que duela, que tu recuerdo ya no es una espina, sino un faro. Gracias por haber sido tú, por haberme amado de la forma más libre que conocí. Te llevo conmigo, pero ya no en mis lágrimas. Te llevo en mi calma."
La doblé otra vez y la guardé entre las páginas de mi cuaderno, como si fuera un secreto entre nosotros.
Cuando abrí los ojos, el hombre ya no estaba. Y el aroma se había desvanecido.
Pero yo seguía ahí. En paz.
La tarde siguiente, Olivia volvió a encontrarse con Marcos en la misma cafetería del campus. Él ya la esperaba con su cuaderno abierto y un café medio frío entre las manos. Cuando la vio llegar, le sonrió con esa calidez silenciosa que tanto la tranquilizaba.
—¿Volviste al parque, verdad? —preguntó él antes de que ella siquiera se sentara.
Olivia se detuvo un segundo. Lo miró, algo sorprendida, y luego se sentó frente a él.
—¿Cómo lo supiste?
—Tu mirada. Es distinta. Estás más... ligera —dijo, cerrando su cuaderno—. Y cuando alguien suelta un peso, se le nota en los ojos.
Ella bajó la vista, revolviendo con la cucharilla el té que acababa de pedir. Luego, habló.
—Llevé otra carta. No era de despedida, solo necesitaba decirle que estoy mejor. Que camino más firme. Que el dolor ya no me encierra como antes.
Marcos asintió en silencio.
—Pero eso no fue lo más fuerte —añadió Olivia—. Cuando estaba sentada en el banco, lo olí. Su perfume. Tan claro como si estuviera ahí, al lado mío. Volví a sentirlo. Cerré los ojos y juraría que por un momento, todo volvió a ser como antes.
Marcos la observó con atención, sin interrumpirla.
—Había un hombre cerca. No lo vi bien, ni intenté acercarme. No lo necesitaba. Solo... dejé que el olor me envolviera. Fue como un regalo del universo, una última vez. Pero esta vez no me rompí. No me dolió. Solo... lo sentí.
Marcos sonrió con ternura.
—Tal vez Tom encontró una forma de decirte que está bien, que te está viendo desde donde esté. O tal vez fue el mundo, recordándote que los amores verdaderos no desaparecen, solo se transforman.
Olivia lo miró a los ojos.
—Gracias por entenderme. No todo el mundo lo haría.
—No necesitas agradecerme —respondió él con suavidad—. Cuando alguien como tú comparte su dolor, no se trata de entenderlo todo. Se trata de sostenerlo un rato, para que no lo cargue sola.
Un silencio cálido los envolvió. Olivia, por primera vez en mucho tiempo, se sintió acompañada de verdad. Y aunque Tom ya no estaba, sabía que había personas dispuestas a caminar con ella mientras seguía adelante.
Editado: 24.04.2025