Era sábado por la tarde, y las chicas se habían reunido en casa de Alejandra. Olivia les había escrito temprano, diciéndoles que necesitaba verlas, que tenía algo importante que contarles. A ninguna le sorprendió. Desde que leyeron juntas la carta, sabían que las piezas sueltas eventualmente empezarían a encajar.
—¿Estás bien? —preguntó Merlyn apenas Olivia cruzó la puerta.
—No sé —respondió ella, dejando su bolso en el sofá—. Pero necesito contarles algo que... Marcos me dijo.
Se sentaron las cuatro, en la sala, con tazas de té caliente entre las manos. Olivia respiró profundo y comenzó a hablar. Les contó todo: la verdad sobre la enfermedad de Tom, cómo lo había sabido Marcos, cómo él había decidido amarla sin que el miedo la alcanzara.
Cuando terminó, las lágrimas no tardaron en llenar los ojos de todas.
—Eso explica tanto... —susurró Gloria, abrazándola.
—Siempre supo. Siempre supo que no se quedaría —dijo Alejandra con un nudo en la garganta.
—Y aún así te eligió —añadió Merlyn—. Hasta el final.
El silencio se apoderó del momento. No era incómodo. Era un silencio que abrazaba.
Fue entonces, como una escena armada por el destino, que se escuchó el timbre del departamento. Alejandra se levantó a abrir, sin imaginar que ese gesto cambiaría todo.
—Buenas tardes —dijo una voz del otro lado—. Disculpa, estoy buscando el edificio C, creo que me confundí de piso.
Olivia alzó la mirada al escuchar aquella voz... y la taza que sostenía tembló entre sus manos.
El chico que estaba en la puerta no era Tom. Pero se parecía demasiado. Mismo tipo de rostro, la misma altura, incluso el mismo gesto relajado en los labios. Usaba una chaqueta oscura que, para colmo, despedía un aroma muy familiar. El mismo que usaba Tom.
Alejandra se quedó congelada por un segundo, luego respondió, algo confundida:
—Ah... sí, este es el edificio B. El C es el siguiente, puedes entrar por la calle lateral.
—Perfecto, muchas gracias —respondió él con una sonrisa amable.
Y justo antes de que se marchara, sus ojos se cruzaron con los de Olivia.
Ambos se quedaron así, mirándose unos segundos. Él con una expresión neutral, como si no entendiera el por qué de la tensión. Ella, como si acabara de ver un fantasma.
—¿Estás bien? —le preguntó Alejandra, cerrando la puerta después de que él se marchó.
—No lo sé —murmuró Olivia, sin dejar de mirar hacia el pasillo—. Era igual... igual a él. Y... olía como él.
—¿Crees que fue coincidencia? —dijo Merlyn, sentándose a su lado—. ¿O es otra de esas señales que la vida lanza sin explicación?
Olivia no respondió. Su corazón latía rápido. Había sido solo un instante, pero algo en ella se encendió. Una pregunta nueva, tal vez, o una grieta más en la realidad que creía entender.
Tom se había ido. Eso era una certeza.
Pero la vida acababa de recordarle que el pasado no se borra. A veces, simplemente... se disfraza.
#1327 en Novela contemporánea
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Editado: 24.04.2025