Carta de Olivia — "Gracias por amarme incluso en tu ausencia"
Tom:
Hoy te sentí más cerca que nunca. Leí tu carta en voz alta, en nuestro mirador. El viento parecía sostener cada palabra, como si tú mismo las repitieras conmigo. Y por primera vez, lloré sin que el dolor me ahogara. Fue un llanto distinto, uno suave... como un río que ya no pelea con la corriente.
Te extraño. Eso no va a cambiar. Hay días en los que todavía me despierto buscándote en el otro lado de la cama, y me duele el pecho al recordar que ya no estás. Pero también hay días como hoy, donde me siento fuerte. Donde tu amor no me pesa, sino que me sostiene.
Gracias por tus cartas. Por pensar en mí hasta en tus silencios. Gracias por amar con tanta intensidad, que incluso después de haberte ido, sigues cuidándome.
Me preguntabas si alguna vez volvería a amar. No lo sé aún. Pero saber que me diste tu bendición, que me liberaste de esa culpa que me consumía, me ayuda a respirar un poco más profundo. Prometo no cerrarme al mundo. Prometo vivir.
Aún con miedo. Aún con el hueco de tu risa faltándome.
Pero vivir.
Gracias por haber sido mi amor, mi hogar y mi refugio. Te llevo en cada parte de mí, Tom. Pero hoy, por fin, empiezo a dejarte ir... sin dejar de amarte.
Siempre tuya,
-Olivia
El cuaderno había sido el hilo invisible que la unía a Tom. Cada carta suya era una chispa de vida en medio del duelo, cada palabra una caricia que la rescataba en sus peores días. Pero esa tarde, con la luz del atardecer derramándose por la ventana y una taza de té humeante entre sus manos, Olivia supo que había llegado el momento de escribir el final.
Tomó la pluma negra que él le regaló una Navidad —"para que escribas lo que el alma no se atreve a decir" le había dicho— y escribió con cuidado, sin apuros, como si cada letra sellara una parte del corazón.
Cuando terminó, releyó la carta una vez más. Sonrió con lágrimas en los ojos, esa mezcla extraña de nostalgia y alivio. Cerró el cuaderno despacio y lo abrazó contra su pecho.
Caminó hasta el cajón donde guardaba todo lo que había sido de ellos: entradas de cine, fotos instantáneas, una carta escrita a mano por él que olía aún vagamente a su loción. Colocó el cuaderno encima de todo, como una promesa cumplida.
—Gracias por esperarme hasta el final, Tom —susurró—. Aquí termina nuestra historia escrita, pero no nuestro amor. Eso... sigue en mí.
Cerró el cajón, no con tristeza, sino con gratitud.
Y al salir de la habitación, por primera vez, no miró hacia atrás.
#1319 en Novela contemporánea
amistades que no se rompen, sanacion de corazon y mente, duelo de amor
Editado: 24.04.2025