El día estaba tibio, con esa brisa suave que hace que todo parezca posible. Olivia caminaba por el centro de la ciudad con un vestido ligero y una bufanda que alguna vez le tejió su abuela. No tenía prisa. No iba a ningún lugar en particular. Solo quería caminar. Sentir el sol en la cara. Escuchar el ruido de la vida a su alrededor.
Pasó por una librería y entró sin pensarlo. El aroma a papel nuevo y café recién hecho la envolvió como un abrazo. Recorrió los pasillos con calma, acariciando los lomos de los libros, deteniéndose en títulos que llamaban su atención. No buscaba nada específico, pero su corazón sabía que algo iba a encontrar.
Un pequeño libro de poesía con una portada azul pálido le llamó la atención. Lo abrió al azar y leyó una frase subrayada en tinta: "El duelo no termina. Se transforma. Como el amor."
Sonrió.
Compró el libro, salió de la tienda y se sentó en una banca frente a una fuente. Sacó su teléfono y sin pensarlo demasiado, le escribió a Merlyn y Alejandra:
"¿Plan para hoy? Me siento bien. Me siento... viva."
Puso el teléfono a un lado y cerró los ojos un momento. El viento le acarició el rostro. Y por un instante, solo por uno, no sintió tristeza.
Sintió paz.
Y eso, en su mundo, era un milagro.
Editado: 24.04.2025