La noche estaba tranquila. Una lluvia fina golpeaba los cristales con ritmo pausado. Olivia se sentó en la cama con la libreta de Tom entre las manos. La había leído casi entera ya, pero esa noche, en lugar de abrir una página al azar, tomó una decisión distinta.
Buscó la última página en blanco.
Sostuvo la pluma un momento. Dudó. Pero luego, con una inspiración profunda, comenzó a escribir. No como si le hablara a alguien que ya no está, sino como si respondiera a un amigo que aún escucha desde algún rincón del universo.
"Hoy pensé en ti mientras tomaba café. No por tristeza, sino porque el sabor era exactamente como te gustaba prepararlo para mí. Ya no lloro todo el tiempo, ¿sabes? A veces hasta me sorprendo riéndome fuerte. Y cuando pasa, te imagino sonriendo también.
Gracias por dejarme estas palabras. Ahora... voy a dejarte las mías. No como despedida. Sino como continuación."
Y siguió escribiendo.
Pequeñas cosas. Momentos. Pensamientos. Cómo se sentía ese día. Lo que descubría de ella misma. Lo que aprendía mientras intentaba volver a vivir.
Esa noche, por primera vez, Olivia no sintió que escribía para sanar una ausencia.
Sentía que escribía para sostener un amor que se había transformado.
#1343 en Novela contemporánea
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Editado: 24.04.2025