Esa tarde, Olivia decidió que ya era momento de abrir el cuaderno frente a otros. No quería hacerlo sola, no esta vez. Las chicas —Gloria, Merlyn y Alejandra— estaban con ella en el apartamento, sentadas entre tazas de té y el olor dulce de galletas recién horneadas por Luciana.
Matteo jugaba tranquilo en el rincón, armando una torre de cartas con increíble concentración.
—¿Estás segura de que quieres leerlo ahora? —preguntó Gloria, acariciando suavemente el lomo del cuaderno cerrado.
—Sí. Creo que es justo que lo compartamos. Ustedes estuvieron ahí cuando él se fue... también merecen estar cuando vuelve, aunque sea en palabras —respondió Olivia, con voz suave, pero firme.
Abrió el cuaderno en la primera página escrita. La tinta azul tenía una calidez que parecía recién puesta.
> *"Querida Liv,
Hoy fue nuestro aniversario. Te vi sonreír en el muelle cuando solté los globos y pediste un deseo al viento. No me dijiste qué deseaste, pero lo vi en tus ojos. Yo también lo deseé: quedarme contigo para siempre.
Esa noche guardé una flor seca entre las páginas de tu libro favorito. No sé si la encontraste. Sé que a veces no notas las pequeñas cosas, pero yo las dejé igual.
Por si me voy antes de tiempo, te dejo este diario. No quiero que mis pensamientos se vayan conmigo."*
El silencio se hizo pesado. Alejandra fue la primera en soltar un suspiro.
—Siempre decía eso... "por si me voy antes de tiempo". ¿No se te hacía raro, Olivia? ¿Como si ya supiera algo?
—Sí... —dijo Olivia en voz baja—, siempre lo dijo. Al principio creía que era su manera romántica de dramatizarlo todo. Pero luego... empezó a hacerlo más seguido. Como si lo presintiera.
—¿Nunca te confesó algo? —preguntó Merlyn, apoyando su codo en la mesa—. Como... una razón, una preocupación real.
—No —dijo Olivia, bajando la mirada—. Pero tengo la sensación de que este diario va a empezar a darme esas respuestas.
Matteo se acercó despacio con una flor pequeña en la mano. La dejó sobre la mesa.
—¿Esta es la flor? La encontré en uno de los libros de aquí.
Olivia la miró. Era una margarita prensada, un poco descolorida, pero intacta.
—Sí... es esa. —Las lágrimas le nublaron la vista—. Estuvo aquí todo este tiempo.
Luciana se acercó y abrazó a Olivia por los hombros.
—A veces, las respuestas no llegan en forma de palabras... sino en fragmentos de lo que dejamos atrás.
Olivia cerró el diario con cuidado.
—Mañana leeré la siguiente entrada. Una por día. Como si lo tuviera de vuelta, hablándome... poquito a poco.
Y todas asintieron. Porque sabían que ese cuaderno no era solo de Tom. Era el nuevo mapa que los iba a llevar a todos por el recuerdo, la verdad, y quizás... hacia una paz distinta.
Editado: 24.04.2025