La pequeña librería de Roma estaba llena. Olivia nunca imaginó que un espacio tan íntimo pudiera abarcar tanto. A su alrededor, estantes con libros antiguos, cuadros de Luciana colgando de las paredes, una mesa con galletas y té —como los que solía compartir con Tom— y sillas ocupadas por desconocidos que habían hecho suya su historia.
Gloria, Merlyn y Alejandra estaban en primera fila, con lágrimas contenidas. Matteo la saludaba con una sonrisa orgullosa, y Luciana, desde el fondo, le hacía una pequeña seña de aliento.
Olivia tomó aire. El ejemplar de Solo para él temblaba en sus manos.
—Este libro... —dijo al fin— no es sobre la muerte. Es sobre el amor que se queda. Sobre todo lo que una persona puede dejar en ti, incluso después de irse. Escribirlo fue mi forma de hablar con él una última vez, y también... de volver a hablar conmigo misma.
La sala quedó en silencio. Algunos ojos brillaban, otras miradas se clavaban en ella como si la entendieran sin palabras.
Cuando terminó de leer un fragmento, la gente se acercó. Le agradecían, le hablaban de sus propias pérdidas, le contaban cómo se sintieron acompañados en cada página. Olivia escuchaba, con el corazón lleno.
Entonces, un joven se acercó. Tendría poco más de treinta, llevaba un abrigo oscuro y un libro en la mano, con una nota doblada entre las páginas. Tenía el mismo perfume que Tom. Olivia contuvo la respiración.
—No quiero incomodarte —dijo el chico con voz suave—, pero necesitaba venir hoy. Leí tu libro tres veces. Me ayudó a entender la muerte de mi hermana... pero también me ayudó a perdonarme.
Le extendió la nota.
—¿Puedo darte esto? No necesitas leerla ahora. Solo... gracias por escribir desde donde duele. No sabes a cuántos has salvado con eso.
Olivia lo miró con los ojos húmedos. Recibió la nota y asintió.
—Gracias por decírmelo. Gracias por venir.
El joven se alejó y Olivia abrió la carta en silencio mientras sus amigas charlaban con los invitados. La letra era firme, emocionada. Decía cosas que hacían eco en ella: "Tu historia me devolvió la esperanza. Me enseñaste que el amor no muere, solo cambia de forma. Como tu Tom, mi hermana sigue aquí, en mí. Gracias por recordármelo."
Cuando volvió a levantar la vista, el chico ya no estaba. Pero el perfume seguía en el aire, como una brisa dulce y conocida.
Gloria se le acercó con una copa de vino en la mano.
—¿Sabes lo que acabas de hacer, verdad? —le dijo, tocándole el hombro.
Olivia sonrió, apretando el libro contra el pecho.
—Sí. Acabo de dejar ir... y al mismo tiempo, quedarme con él para siempre.
Y por primera vez en mucho tiempo, sintió que no solo estaba viva... sino que estaba empezando a vivir en paz.
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Editado: 24.04.2025