La galería era pequeña pero acogedora, con paredes blancas salpicadas de arte emergente. Olivia había pasado la mañana organizando las obras para la nueva exposición sobre "el duelo y la belleza", una idea que había propuesto inspirada en su propio viaje. Luciana, desde Italia, se convirtió en su guía silenciosa, dándole espacio pero también anclándola con afecto.
El timbre de la puerta sonó y Olivia, aún con los guantes de curaduría puestos, se giró con una sonrisa. Esperaba a una artista local, pero lo que encontró la hizo retroceder un paso.
Un hombre de cabello oscuro, ligeramente despeinado, con una expresión entre asombro y duda, la miraba fijamente. No era Tom... pero por un instante, juraría que lo era. El mismo porte, la misma sonrisa ladeada. Solo que sus ojos eran distintos. Verdes, no marrones. Pero tenían esa misma profundidad que parecía hablar incluso en silencio.
—¿Eres Olivia? —preguntó él, con acento extranjero apenas marcado.
—Sí... ¿nos conocemos?
Él sonrió, un poco nervioso.
—No directamente. Soy Elías... era amigo de Tom.
El aire pareció detenerse.
—Él me habló mucho de ti. Muchísimo. Solía decir que si alguna vez te perdía, no sabría cómo volver a empezar.
La voz de Elías era suave, sin intención de invadir, pero con un peso honesto. Olivia sintió un nudo en el pecho. Nadie fuera de su círculo cercano le había mencionado a Tom en mucho tiempo. Y ahora, allí estaba este desconocido que olía ligeramente a su colonia, con una carta doblada en la mano.
—Antes de morir, me dejó esto. Me pidió que te la entregara si alguna vez el destino cruzaba nuestros caminos.
Elías extendió la carta, y Olivia la tomó con manos temblorosas. La reconocía. Era la caligrafía de Tom. Ese trazo rápido y torpe que siempre decía que parecía de médico cansado.
—¿Por qué nunca supe de ti? —preguntó Olivia, conteniendo las lágrimas.
—Porque él no quería cargar tu dolor con más secretos. Solo dijo que si algún día el universo me traía hasta ti, era porque lo necesitabas.
Olivia asintió, mordiéndose el labio para no romperse del todo. Con la carta entre sus dedos, lo miró a los ojos.
—Gracias por encontrarme.
Elías asintió. Y por un momento, el silencio entre ellos no dolía. Era como si Tom estuviera ahí, empujando con suavidad la vida de Olivia hacia su próxima página.
#1418 en Novela contemporánea
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Editado: 24.04.2025