La tarde estaba tibia en Florencia. El cielo teñido de tonos lavanda, y las ventanas de la galería abierta de par en par dejaban entrar el aroma de los jacarandás floreciendo. Olivia acomodaba unos cuadros en la exposición nueva cuando Luciana entró con un sobre en la mano.
—Esto llegó para ti —dijo con una sonrisa suave—. Tiene sello de Roma.
Olivia lo tomó con curiosidad. No era común recibir correspondencia física, mucho menos desde Italia misma. Se sentó en el banco de madera junto a la entrada y abrió el sobre con cuidado. Dentro había una carta escrita con tinta azul, la caligrafía clara, honesta.
> Querida Olivia,
Me llamo Noelia. Encontré tu libro en una librería escondida en Roma. No lo buscaba, ni siquiera sabía que existía, pero ese título... "Vive por mí"... me encontró a mí.
He vivido semanas grises. Perdí a alguien a quien no sé cómo dejar de amar, y pensé que no quedaba nada dentro de mí. Pero abrí tu libro, y comencé a leerte. O más bien, fue como si tú me leyeras a mí.
Tus palabras se sienten como si me hablaras directamente al oído. Como si en cada frase susurraras: "no estás sola".
Lloré. No por tristeza, sino por alivio. Por saber que alguien sobrevivió al amor y al dolor. Y que no es traición seguir viviendo.
Gracias por quedarte. Gracias por escribir. Por no rendirte.
Y si alguna vez dudas del impacto de tus palabras, recuerda esta carta. Te prometo que por ti, hoy decidí quedarme un día más.
Con amor eterno, Noelia.
Olivia no pudo contener las lágrimas. Sintió un calor en el pecho, algo que no era tristeza, ni nostalgia... era gratitud. Era Tom, de alguna forma, alcanzándola a través del corazón de otra persona. Era el eco de su historia viajando más allá de lo imaginable.
Miró hacia el cielo, hacia ese espacio que tantas veces se había sentido vacío, y susurró:
—¿Lo ves, amor? Lo logramos. Tus palabras... nuestras palabras... están ayudando.
Se levantó, guardó la carta entre las páginas de su ejemplar de Vive por mí -justo donde Tom hablaba del miedo a desaparecer sin dejar huella-, y volvió a su labor. Pero esa tarde fue distinta. Porque ahora sabía que no solo estaba recordando a Tom.
Estaba compartiéndolo con el mundo.
#1351 en Novela contemporánea
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Editado: 24.04.2025