Este libro no existiría sin las personas que, con amor, paciencia y palabras, ayudaron a construirlo.
A mi maestra de español, Alma García, por darme alas cuando más las necesitaba. Gracias por ver en mí algo que ni yo misma podía ver, por empujarme a escribir con el alma y no solo con las manos. Tus clases fueron más que lecciones de gramática; fueron refugio, inspiración y raíz.
A Gerardo Flores, por sentarte a escuchar mis ideas más disparatadas, por nunca juzgar y siempre animar. Gracias por darme permiso de imaginar sin límites, por recordarme que cada historia, por pequeña que parezca, merece ser contada.
A mi maestra Skarketh Martínez, mi fan número uno desde el primer día. Gracias por celebrar mis logros como si fueran tuyos, por tus palabras de aliento en los días grises, y por creer en mi talento incluso cuando yo dudaba. Tu apoyo constante ha sido un regalo que atesoro profundamente.
A Alejandra Carías y Gloria Nájera, por haber creído en esta obra incluso antes de que tuviera forma, por emocionarse con cada idea que les compartí y por regalarme sus nombres con tanto amor. Ustedes no solo me inspiraron, también caminaron conmigo desde los primeros pasos de este proyecto. Gracias por estar, por apoyar, por dejar que algo de ustedes viviera dentro de estas páginas.
A todos los que leyeron mis primeros borradores, incluso con tachaduras, dudas y márgenes llenos de anotaciones: gracias por su paciencia, su honestidad y su cariño. Cada palabra que me dieron fue una semilla.
A mis lectores, los que están con este libro en las manos: gracias por abrirle un espacio en su vida. No importa dónde ni cuándo lo leas, espero que algo de lo que aquí encuentres se quede contigo.
Y a los que ya mencioné en la dedicatoria — mamá y papá, Merlyn Gattorno y mi bisabuela Carmen — gracias una vez más. Ustedes no solo están en las palabras de este libro, están en cada respiración que me permitió terminarlo.
Gracias por caminar conmigo, por creer, por estar.
Editado: 24.04.2025