Vivencias No Solicitadas

Capítulo VII

Mientras la señorita Lizcano me dirigía hacia su oficina, noté que estaba ojerosa y la belleza y sutileza que la caracterizó el día que la conocí eran ausentes ahora. Al parecer tenía otro cuerpo carente de sueño a mi lado al igual que yo.

Entramos en la oficina donde nos atendió a mi madre y a mí la primera vez y estaba prácticamente idéntica. Ella se sentó en su silla con ruedas y me ordenó que hiciera lo propio en otra de las sillas.

Obedecí sin dejar de repararla. Guardó un folio en uno de los cajones del escritorio frotándose la cabeza y bostezando sin decirme nada. Yo también bostecé pues es lo más pegajoso del mundo y más si no has dormido.

—¿Qué es lo que estaba pasando allá con la maestra? —por fin me miró y recostó sus codos sobre su escritorio.

—Iba a reglearme por haber hecho bien un ejercicio de curso avanzado pero no habérselo explicado a mis compañeras.

—Disculpa, ¿iba a qué? —al parecer no podía abrir por completo sus ojos del cansancio.

—A golpearme con su regla...

—Vale... ¿Y por qué la maestra te hizo resolver un ejercicio de curso avanzado?

—Dijo que dictaría la clase como castigo por porte inadecuado de uniforme —arremedé el tono de la señora—. Claro después de yo haberme negado a ir a la Oficina de Control.

—¿Te negaste a ir a la Oficina de Control, Dina? —preguntó como si poco le importase lo de mi uniforme.

—Por supuesto. Me pareció bastante injusto. Y lo que hizo después, también.

—¿Y por qué simplemente no explicar el ejercicio y salir del lío?

—Porque... —tuve cansancio de explicar de nuevo—, mis compañeras, bueno la mayoría, de seguro no tienen las bases para entender tal cosa...

—Oh y ¿tú sí? —rió con ternura.

—Quizá... Pero no las culpo. No me creo superior o algo así —dormitaba de nuevo—. Solo he estudiado más quizá...

—He notado que amas las matemáticas —me interrumpió para curiosear—, ¿por qué?

—No lo sé. Es algo así como otro idioma que no todo mundo sabe o aprende —se fue el sueño por un instante—. Y se puede aplicar en tu vida diaria, en todo...

—Interesante... —hablaba con tranquilidad y menos estrés del que tenía hace unos segundos—. ¿Y todo lo has estudiado por tu cuenta?

—Sí, casi todo —me senté recta y orgullosa—. Bueno antes mi abuela y mi madre me ayudaban pero...

—¡Tu madre!... —saltó como despertando de una pesadilla—. Tú...

—¿Qué onda conmigo? —pregunté, patidifusa.

—Por esa razón fui a tu salón de clases... —se sentó recta y se planchó el saco con las manos.

—¿Qué razón?...

—Don Miguel me ha contado lo que sucedió —me miró directo a los ojos.

—Ay, no... —bajé la cabeza del cansancio y el fastidio.

—¿Cómo es eso que tienes sonambulismo, Dina? —me cuestionó casi gritando y enojada.

—Sí que lo tengo...

—¿Y por qué nunca me habías contado? —expresaba su desespero moviendo los brazos de allá para acá—. ¿Por qué tu madre nunca me lo dijo?

—Es que...

—Dime, ¿qué hacía tu madre a altas horas de la noche ofreciendo o entregando cosméticos de casa en casa, eh?

—... Es que sí era del trabajo pero no así —cuando más debía inventar excusas, mi cerebro tenía sueño—. A veces sus jefes le piden que se reúnan a esas horas para cuadrar los lugares y fechas de entrega...y venta de los productos...

—Ya... —noté en su cara que yo no era tan buena como mi madre haciendo eso de inventar—. Entiendo eso pero no debería dejarte sola...

—Ese no es problema, en serio. Soy muy independiente —le sonreía para tratar que dejase su interrogatorio.

—¿Y a qué hora se supone que regresaría tu madre?

—Ah... Temprano, de seguro vendrá a recogerme...

Si Lizcano no hubiese estado tan visiblemente cansada de seguro me habría sancionado ella misma por mentira múltiple.

—Te pudo haber pasado algo muy grave, Dina. Tu madre no debe dejarte sola y menos sabiendo tus condiciones médicas —le daba la razón con mi rostro—. Definitivamente hablaré con ella...

—¡No! —me saltó el corazón de solo pensar la paliza que me daría si supiera todo lo que he hecho y dicho—. Por favor no, señorita Lizcano. No es necesario...

—Por supuesto que es necesario, Dina. No puedes llevar tus estudios de esta manera.

—Por favor, en serio, ¡por favor! —le suplicaba con dedos entrelazados y todo—. Eso no me pasa muy a menudo y mi mamá tampoco debe salir muy a menudo a esas horas. Además si se entera que no supe regresar a casa me golpeará por tonta...




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