Vivencias No Solicitadas

Capítulo X

     —...el asesinato se perpetuó hace tan solo unos instantes. La policía acudió gracias a la llamada de un joven quien escuchó los disparos... —escuché al salir envuelta en la toalla por la vieja radio de mamá.

     "Aún no ha sido posible la identificación de la víctima pues el nivel de atrocidad con la que se llevó a cabo el asesinato fue inmensa. La policía tampoco se ha pronunciado acerca de quiénes pudieron haber sido los responsables del siniestro...

De repente, Patricia se me vino a la mente. Y no, no podía ser ella... Hace tan solo unos instantes la había dejado en el café de enfrente comiendo cruasán. No podía ser ella...

     —Obviamente son ellos —dijo mamá mientras escuchaba atónita a la radio emisora.

     —Se prevé que en las próximas horas se dé a conocer el dictamen de medicina legal y que la policía haga pronunciación acerca de la investigación del primer caso de homicidio a mano armada en el pueblo y de los posibles homicidas. Informó...

Mamá apagó con furia la radio y se fue a suspirar con impotencia a la cocina.

     —¿Cómo estás tan segura que son ellos? —le pregunté para hacerla espabilar.

     —Esa es la manera en la que hacen sus ajustes de cuentas o sus cobros. Son unos monstruos despiadados.

Su rostro expresaba un temor inmenso pero su valiente corazón se reflejaba a través de su mirada y le ayudaba a combatirlo.

     —Dina, hija, las cosas se están poniendo muy feas —me dijo de repente mientras me ponía un pijama—. Mañana será el último día que irás a la escuela.

     —¿El último? —me entristecí en gran manera.

     —Me refiero a esa escuela, ya ingresarás a otra a donde quiera que nos vayamos.

     —¿Pero qué pasará con todos estos meses que he asistido, mamá? —protesté con decencia—. ¿Se irán a pique?

     —No, Dina. Por eso te dejaré ir un último día —se sentó a mi lado y comenzó a peinarme—. Quiero que reclames el certificado de los meses que has estudiado allá. Así podrás ingresar a otra escuela de inmediato y con facilidad. ¿Te parece bien?

     —Claro mamá, por supuesto —me alegré un poco al verla preocupada de nuevo por mi educación—. Eso significa que nos iremos en un par de días, ¿no?

     —Sí, preciosa. Ya no podemos quedarnos en este sitio, corremos un gran peligro, ambas.

     —¿A dónde iremos?

     —Yo me encargaré de eso —se puso de pie y comenzó a organizarme la cama—. Tú encárgate de lo que te he mandado, es muy importante. Y con respecto a lo del favor que le haces a la señorita Lizcano dile que lastimosamente no podrás ayudarle más. Y... Puedes despedirte de ella, pienso que vale la pena.

Mamá nunca me dejaba despedirme de nadie las veces que me avisaba que nos iríamos. Me decía que era peligroso pues los federales podían tomar testimonio y alguien podría delatar el lugar a donde huimos. Ahora la verdad era otra, y más peligrosa.

     —Ahora vete a dormir. Mañana será un largo día.

     —¿Me llevarás a la escuela?

     —¡Por supuesto que sí! —me arropaba mientras yo me metía en la cama—. No pienso dejarte ni un segundo sola sabiendo que ese monstruo te acecha.

     —Además será mi último día... —mencioné con nostálgico sarcasmo.

     —Sí linda... ¡Pero! No será tu último día de escuela, ya lo verás.

Cuando mamá apagó la luz comencé a divagar acerca de cómo serían nuestros próximos días, acerca de lo que nos estaba sucediendo y lo que yo sabía, y el hecho de no tener la valentía de expresarlo ni saber a favor de quién hacerlo; las consecuencias que cualquiera de mis decisiones causarían serían fatales e irreversibles. Hice esto hasta que caí dormida y escuché el cántico que mamá entonaba para ambas antes de dormir.

Al día siguiente mamá me despertó de un cálido y eterno sueño, más temprano de lo usual. La salida del alba aún era tardía.

     —Dina, arriba —me susurraba gritando mientras salía de la ducha, tiritando—. Levántate ya o voy a meterte a la ducha yo misma.

     —Ya voy, ya voy —esta amenaza era suficiente para espantar la fantasía de mi ensueño—. ¿Qué hora es? —pregunté al ver lo oscuro que estaba y al sentir el frío casi polar.

     —Es temprano. Deja de refunfuñar y métete a la ducha —se quitó la toalla y se empezó a vestir sin dejar de temblar. Su piel mojada relucía como el chocolate derretido de las dulcerías.




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