Narrado por Maya Torres
No me gustan las videollamadas.
Ni las cámaras.
Ni los saludos forzados.
Me gustan los silencios.
Porque los silencios no me interrumpen.
Mis papás dicen que soy muy “en mi mundo”.
Lo dicen con esa voz que usan los adultos cuando no entienden pero tampoco preguntan.
Yo no vivo en mi mundo.
Vivo en el mundo.
Solo que lo veo diferente.
Como si tuviera capas. Como un storyboard infinito.
---
Lucía fue la primera que me escribió.
—“¡Hola Maya! Nos encantan tus dibujos. Sofía quiere conocerte. ¿Te gustaría unirte a nuestro grupo?”
No respondí de inmediato.
Observé su perfil.
Tenía emojis. Corazones. Mayúsculas innecesarias.
Pero algo en su mensaje sonaba real.
Acepté.
La primera reunión fue rara.
No entendía si debía hablar o solo escuchar.
Así que hice lo que mejor sé hacer.
Dibujé.
Primero una chica con auriculares y libros abiertos: Sofía.
Después un chico con lentes oscuros y auriculares grandes: Elías.
Luego Lucía con una agenda flotando sobre su cabeza como una nube de colores.
Y un chico encapuchado, escribiendo en la sombra: Tomás.
—Maya está dibujando otra vez —dijo Lucía en la llamada—. ¡Me encanta! ¿Puedo mostrarlo?
Asentí.
Aunque nadie podía verme.
—Sofía, mirá esto —agregó Lucía—. Sos vos, literal. ¡Te dibujó preciosa!
Sofía rió. Esa risa… era como una canción que se queda dando vueltas en la cabeza.
—Gracias, Maya. Es hermoso.
—Ella no habla mucho —dijo Lucía—, pero sus dibujos dicen más que cualquier texto.
---
Más tarde, Sofía me escribió por privado.
—Hola. Me gustaría escribir una historia contigo. Vos dibujás, yo escribo. ¿Te gustaría?
Tardé cinco minutos en responder.
No porque no supiera qué decir.
Sino porque estaba haciendo un boceto.
Le mandé una imagen.
Una niña sentada en un árbol, mirando una nube con forma de lápiz.
Debajo escribí:
> “Sí.”
---
Desde entonces, hablamos sin hablar.
Ella me manda párrafos.
Yo los convierto en viñetas.
A veces me dice que mi forma de mirar las cosas la ayuda a entenderse mejor.
Yo no lo sé.
Solo sé que cuando dibujo con ella, las voces en mi cabeza se ordenan.
El ruido baja.
Y siento que, por un rato, pertenezco.
---
Hoy envié al grupo una tira cómica sin palabras.
Una hoja en blanco se convertía, poco a poco, en un puente.
Un puente hecho de historias, colores y ventanas abiertas.
Elías escribió:
—Ese dibujo… se siente como nosotros.
Lucía respondió con 8 corazones.
Y Sofía solo escribió:
—Gracias por vernos, Maya.
Yo no respondí.
Solo sonreí.
Porque, a veces, las voces interiores no suenan.
Se dibujan.