Voices (usded)

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╰────────────────➤[¿Un plan?]


















 

 

























 

Hay muchos, muchos tipos de libros en el mundo, lo cual tiene sentido porque hay muchas, muchas clases de personas y todas quieren leer algo diferente. Por ejemplo, la gente que odia las historias en las que ocurren cosas horribles a niños pequeños debería cerrar este libro de inmediato. Pero un tipo de libro que a casi nadie le gusta leer es un libro sobre leyes. Los libros sobre leyes son muy largos, muy aburridos y muy difíciles de comprender. Es una de las razones por las que muchos abogados ganan tanto dinero. El dinero es un incentivo —la palabra «incentivo» significa aquí «recompensa ofrecida para que hagas algo que no quieres hacer»— para leer libros largos, aburridos y difíciles.

Los niños, claro, tenían un incentivo ligeramente distinto para leer esos libros. Su incentivo no era el dinero, sino evitar que el Conde Olaf les hiciese algo horrible para conseguir mucho dinero. Pero, a pesar de este incentivo, leer libros de leyes de Justicia Strauss fue una tarea muy, muy, muy difícil.

—¿Pudieron encontrar algo? —preguntó Elena.

—Por ahora no, ¿tú? —cuestionó Klaus.

Violet dejó de leer por un instante.

—Dios mío —dijo Justicia Strauss, al entrar en la biblioteca y ver lo que estaban leyendo. Les había abierto la puerta, pero se había ido a seguir trabajando en su jardín, dejando a los huérfanos solos en su magnífica biblioteca—. Creí que estaban interesados en la ingeniería mecánica, los animales de Norteamérica, los dientes y aventuras. ¿Están seguros de querer leer esos larguísimos libros de leyes? Ni siquiera a mí me gusta leerlos, y eso que trabajo en leyes.

—Sí —mintió Violet—, me parecen muy interesantes, Justicia Strauss.

—Son importantes para escribir una historia que tengo pendiente —se excusó Elena—. Aunque no lo crea, estos libros son un material sumamente importante para el resultado de una historia criminal y con matices de suspenso.

—Y a mí también —dijo Klaus—. Violet y yo estamos considerando estudiar la carrera de leyes y por eso nos fascinan esos libros. Y, por supuesto, Elena necesita la información para una de sus historias fascinantes.

—Bueno —dijo Justicia Strauss—. No es posible que Sunny esté interesada. Quizá le gustaría ayudarme en el jardín. Elena, si necesitas un caso, puedes hablar conmigo.

—Gracias, y sí, por supuesto, Justicia.

—¡Uipi! —gritó Sunny, lo que significaba: «Prefiero la jardinería que estar aquí sentada mirando cómo mis hermanos y amiga leen con dificultad libros de leyes».

—Asegúrese de que no coma tierra —dijo Klaus, al entregarle Sunny a la juez.

—Claro —dijo Justicia Strauss—. No queremos que esté enferma para la gran actuación.

Violet, Klaus y Elena intercambiaron una mirada.

—¿Está ilusionada con la obra? —preguntó Violet, indecisa.

A Justicia Strauss se le iluminó la cara.

—Oh, sí —dijo—. Siempre he querido subirme a un escenario, desde que era niña. Y ahora el Conde Olaf me da la oportunidad de vivir mi sueño. ¿No los emociona formar parte de una representación?

Elena, en su cabeza, solo pensaba en salir corriendo y dejar que todo este mundo loco y disparatado acabe. Sin embargo, la idea de abandonar a sus amigos la mantenía presente y creyendo que todo era posible. Ella no iba a dejarlos por nada del mundo, a menos, que algo la obligue a hacerlo.

—Supongo —dijo Violet.

—Claro que sí —dijo la juez Strauss, los ojos como estrellas y con Sunny en brazos.

Salió de la biblioteca, y Klaus, Violet y Elena se miraron y suspiraron.

—Es una apasionada del teatro —dijo Klaus—. No creerá que el Conde Olaf está tramando algo, pase lo que pase.

—No puedo creer que siempre ocurra lo mismo, ¿acaso no hay una solución? ¿Por qué los adultos tienen que ser... —Elena se quedó corta con la descripción que iba a dar, por lo que decidió dejar la oración inconclusa.

Klaus notó de inmediato lo que su amiga había hecho y la observó por un momento hasta que Violet rompió aquel silencio.

—De todas formas, no nos ayudaría —señaló Violet con tristeza—. Es juez y nos soltaría el discurso de in loco parentis, como el señor Poe.

—Tiene que haber una solución.

—Por eso tenemos que encontrar una razón legal para detener la función —dijo Klaus con firmeza—. ¿Has encontrado algo en tu libro?

—Nada que nos sirva —dijo Violet, repasando un trozo de papel donde había estado tomando notas—. Hace cincuenta años hubo una mujer que dejó una enorme suma de dinero a su comadreja y nada a sus tres hijos. Los tres hijos intentaron demostrar que la mujer estaba loca, para conseguir el dinero.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Klaus.

—Creo que la comadreja murió, pero no estoy segura. Tengo que buscar algunas palabras.

—De todas formas, no creo que nos sirva para nada.

—Quizá el Conde Olaf intente demostrar que nosotros estamos locos, para quedarse así con el dinero.

—Pero ¿por qué iba a demostrar que estábamos locos el hecho de actuar en la obra que escriba Elena? —preguntó Klaus.

Elena soltó un bufido sonoro entendiendo.

—¡Será mi culpa! Otra vez será mi culpa, chicos. Yo tengo el control de esa tonta obra, yo manejo todo y cada detalle que se escriba ahí... —Asintió más de una vez—. No soy su hermana y será más fácil que él demuestre que estoy loca, y así obtener mi fortuna.

—No lo sé —admitió Violet—. Estoy atascada. ¿Tú has encontrado algo? —Ella se quedó callada por un instante al escuchar lo que Elena había dicho—. Lo sé, sé que no eres nuestra hermana, pero...



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En el texto hay: amistad, dolor, huerfanos

Editado: 19.08.2022

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