CAPÍTULO 17: Aniversario
Al día siguiente me costó levantarme. Dorian se había ido tarde, pero yo estaba feliz porque había abierto su corazón conmigo y se había marchado más aliviado.
Llevé a Min al jardín y volé al instituto, me esperaban los ensayos sobre “Cumbres borrascosas” que mis alumnos debían presentar y comenzar con Jane Eyre de Charlotte Brontë. Ya estábamos llegando al final del ciclo lectivo y los jóvenes redoblaban sus esfuerzos.
Por la tarde, como siempre, la tienda. Y por la noche, Dorian, que, desde ese día, no sólo me acompañaba hasta la casa de mi madre, sino que pasaba a saludar, nos esperaba a Min y a mí y nos acompañaba a casa.
También desde esa noche, esperaba que Min saludara y entrara corriendo para robarme un beso fugaz y despedirse hasta la noche siguiente.
* * *
El sábado se cumplían dos meses desde nuestra primera cita con Dorian. Cuando caí en la cuenta de lo rápido que habíamos avanzado en nuestra relación sentí un poco de vergüenza, y así se lo comenté a mamá. Ni siquiera con Michael habíamos ido tan rápido, y eso que éramos adolescentes.
—Sucede, hija, que ya son adultos. Los tiempos a los treinta no son los mismos que a los dieciocho. A la edad de ustedes uno suele tener más claro lo que quiere para su vida y se siente más seguro en sus decisiones.
Esa era mi madre haciéndome sentir mejor. Ella siempre con una palabra de aliento y sabiduría.
Pero yo no estaba tan segura de que tuviera razón. Había pasado bastante tiempo desde que tomé la decisión de quedarme sola para criar a mi hija a resguardo de problemas, y ahora, de pronto, en apenas dos meses, este hombre había logrado que yo tirara por la borda mi propósito y me había revuelto la cabeza con sus aires de galán misterioso y desvalido.
Definitivamente no estaba segura de ser capaz, en esos momentos, de tomar decisiones coherentes.
* * *
A la siguiente noche, cuando caminábamos con Dorian después de cerrar la tienda, soltó:
—El sábado se cumplen dos meses desde nuestra primera cita… ¿Quieres que cenemos fuera? ¿Sólo los dos?... Si es posible.
—Sí, claro. Para Min se está haciendo rutina pasar el sábado a la noche con su abuela.
—Sólo por esta vez. Otro sábado podríamos salir a cenar los cuatro, con tu mamá.
—¡Me encanta la idea! ¡Y a ellas les va a encantar también!
* * *
Fuimos a cenar al Lakeview, un restaurante con un ambiente íntimo y acogedor, en el que un pianista era el encargado de crear la atmósfera romántica.
La noche estaba templada así que elegimos cenar afuera. Se percibía la inminente llegada del verano, la vista del lago era majestuosa y llegaban hasta nosotros los acordes melódicos del piano. Me dejé envolver por el ambiente y la proximidad de Dorian, y me sentí otra vez una joven enamorada, aunque por alguna razón este sentimiento tenía una fuerza que nunca antes había experimentado. Era una fuerza arrasadora, que prometía combatir y vencer cualquier obstáculo del camino que se abriera ante nosotros.
—Estás callada. ¿No estás a gusto?
—Estoy disfrutando del momento, Dorian. Estoy realmente feliz con esto que siento.
—Y ¿qué sientes?
—Siento… felicidad en tu compañía, como… si se completara algo que estaba incompleto… Es difícil de explicar.
Tomó mis manos por encima de la mesa y las apretó con fuerza. Su mirada era intensa y su voz era un susurro.
—Me hace tan feliz oírte decir eso… Jamás esperé eso de ti. Con que simplemente aceptaras mi compañía ya me habría sentido afortunado.
El camarero se acercó para tomar la orden. Pedimos pescado grillado y un Chardonnay para celebrar esa especie de aniversario.
—Hay algo que deseo dejar en claro, Dorian. Necesito saber qué tan seria es esta relación nuestra. “Amigos con derechos” no acepto. Tú sabes que yo vengo con equipaje. Si bien soy una mujer adulta y podría suponerse que puedo hacer lo que me plazca, tengo una hija que proteger y una madre a quien cuidar. No puedo continuar contigo si no estás dispuesto a evitar posibles daños a Min. No puedo permitirte entrar en su vida si después descubres que esta relación no te conviene o no te satisface, porque ella saldría lastimada más que ninguno de nosotros.
—Amo tu equipaje, Jo. Lejos de mí está la intención de lastimar a esa niña que siento como a mi hija. De hecho, no deseo tener hijos biológicos, no quiero dejar la herencia de mis genes. Y tu hija ha conquistado mi corazón, después de su madre.
El camarero interrumpió trayendo las copas y el vino. Cuando se alejó, Dorian continuó.
—Además amo a tu madre. Ustedes son gente luminosa, constituyen una familia llena de amor. ¡Deseo tanto ser acogido como parte de ustedes!
Hizo una pausa y continuó.
—En fin, para aclarar tu inquietud, nuestra relación, en lo que a mí respecta, es tan seria que si me pides que nos casemos mañana, acepto desde el fondo de mi corazón.
—No te pediré que nos casemos mañana -le respondí con una amplia sonrisa que revelaba la satisfacción de mi alma-, sólo que nos tomes en serio y no nos lastimes.