Volver a amar: Josephine

CAPÍTULO 18

CAPÍTULO 18: Los Allen

El domingo me levanté temprano. En realidad Dorian vendría a buscarnos a las once, pero yo estaba nerviosa. Ordené la casa. Preparé nuestra ropa eligiendo para Min y para mí unos jeans y blusas de los mejores que teníamos pero sin salirnos de lo casual y sencillo, que era lo que nos caracterizaba.

Alrededor de las diez desperté a Min y desayunamos.

Dorian llegó puntualmente a las once. Salimos, Min lo abrazó con desbordante cariño, como era habitual, y subimos al Audi.

Él iba tenso, y eso aumentaba mi estado de inquietud. No sabía qué esperar de esta jornada, pero quería que fuera lo mejor, porque estaba mi niña involucrada.

Cuando llegamos a la zona residencial donde está plantada la casa de los Allen, la imponente mansión se alzó ante mis ojos de manera intimidante. Era una enorme construcción de cuatro alas, con fachada revestida de piedra blanca y tejado negro. El jardín frontal consistía en un parque con arbustos y rosales perfectamente cuidados.

Representaba un mundo al cual nosotras jamás pertenecimos ni me interesaba llegar a pertenecer.

El auto circundó la majestuosa fuente de mármol y se estacionó frente a la entrada principal.

Dorian bajó en silencio, ayudó a bajar a Min del asiento trasero y juntos nos dirigimos a la enorme puerta.

Cuando entramos me encontré con un espacio amplísimo. En el centro, al fondo, un hogar de mármol blanco enmarcado por una escalera doble elegantísima; frente al hogar esperaban de pie los señores Allen. A la izquierda se abría un espacio que albergaba la sala -toda mi casa cabía en ese lugar-, con enormes sillones y sofás blancos, en el que se encontraban sentados, sin hablar, una hermosa mujer de cabellos negros y vestido rojo al cuerpo, un hombre pelirrojo concentrado en su móvil, una rubia despampanante de vestido blanco también al cuerpo, y un niño entretenido con unos autitos de juguete, arrodillado en la alfombra, con una joven que parecía ser su niñera. A la derecha se veía el amplio comedor con la mesa tendida lista para recibir a los invitados.

Apenas entramos, la mujer de vestido rojo se puso de pie, caminó rápidamente hasta nosotros con una amplia sonrisa y me dio un fuerte abrazo.

—Bienvenida Josephine -me dijo cariñosamente, y agregó en un susurro-. Tú tranquila.

Acto seguido se acuclilló frente a Min y le habló con voz suave.

—Hola Min, soy tu tía Liz. ¿Quieres venir conmigo? Tengo unos libros de cuentos que podrían gustarte.

Min me miró como pidiéndome permiso. Yo asentí con la cabeza y ella se marchó a la sala de la mano de Elizabeth.

Avanzamos con Dorian hasta llegar junto a sus padres.

—Buen día, papá, mamá, les presento a mi novia, Josephine Jones.

—Un gusto -dijo la señora Allen, mientras me dirigía una mirada helada. E inmediatamente miró a su hijo con gesto severo y no volvió a mirarme el resto de la jornada.

—Hola -dijo el señor Allen con el ceño fruncido y mirada de desagrado.

—Un placer -fue mi escueta respuesta.

Me había preparado para ser amable y no agregar conflicto a su trato con su hijo, pero ese frío y hostil recibimiento me desarmó.

—Pasen a la sala -dijo la señora Allen dirigiéndose a su hijo- enseguida estará listo el almuerzo.

Dorian me tomó de la mano y nos dirigimos a la sala.

Cuando nos sentamos, Min vino inmediatamente a nosotros para mostrarle a Dorian el libro de cuentos que estaba mirando. La rubia de ojos azules se dirigió a él con una sonrisa helada.

—¿No me presentas a tu novia, Dorian?

—Josephine… -dijo él muy serio, señalándome- Susan -dijo a continuación señalándola a ella.

Entrelazó sus dedos con los míos para que yo me sintiera segura, y luego se concentró en Min y en lo que ella le mostraba.

Vino a mi mente la ex-novia de Dorian, cuyo nombre nunca le pregunté. Si era esa chica, y estaba invitada justo ese día, entonces los señores Allen estaban tejiendo sus redes.

* * *

Me sentí incómoda el resto de la jornada. Durante el almuerzo, el señor Allen me interrogó sobre mi vida, mi trabajo, mi madre… No parecía que le interesara, sino que estuviera recopilando información.

Cuando terminamos, todos pasamos nuevamente a la sala, excepto Dorian que fue convocado por el señor Allen a su estudio.

El hombre no tuvo la delicadeza de cerrar la puerta, evidentemente no le importaba que se escuchara lo que tenía para decirle a su hijo.

Entonces se desató el caos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.