CAPÍTULO 21: Elecciones
—Perdón, perdón, perdón… -susurraba Dorian en mi pelo.
Había llamado a la puerta de mi casa media hora después de que su hermana se fuera. Entró y me abrazó con fuerza y me pedía perdón -su cara contra mi pelo- con angustia contenida, sabiendo de antemano que yo no lo culpaba.
—Nunca debí haberte llevado -seguía susurrando-. …y Min, pobrecita Min…
—Ella está preocupada por ti, me ha preguntado muchas veces cuándo vendrías.
Se separó un poco de mí, preocupado ahora por mi hija.
—¿Puedo ir contigo a buscarla al jardín?
—No, está bien. Yo le digo que te vemos esta noche. Puedes venir a cenar.
Me abrazó otra vez con fuerza y me besó con desesperación.
* * *
A la noche, como ya era costumbre, Dorian me esperó a la salida de la tienda y fuimos juntos a la casa de mi madre a buscar a Min.
Apenas lo vio, Min corrió hacia él. Dorian se puso en cuclillas para recibir su abrazo y un beso sonoro en la mejilla.
Min se apartó.
—¿Te detó de nuevo tu papá? Tienes que llevame pada que yo le diga que tú edes bueno, que no te dete más.
El rostro de Dorian se transformó por la emoción.
—Tú ¿me perdonas?
—¿Po qué?
—Porque por mi culpa te asustaste ayer.
—No impota -y volvió a envolverlo con sus bracitos.
Antes de irnos, Dorian se dirigió a mi madre.
—Mil disculpas por todo el dolor que les estoy causando, aún cuando ustedes no han sido más que amables y afectuosas conmigo -le dijo apesadumbrado.
—Te disculpo. Sólo te pido que en el futuro trates de evitarles tanto sufrimiento, porque ellas no lo merecen -dijo mi madre con firmeza.
Dorian asintió en silencio y nos fuimos.
Ya en casa, preparé la cena y nos sentamos a la mesa. Hablamos poco, todavía nos envolvía la sombra de lo vivido tan sólo el día anterior.
Después de cenar, organicé a Min para que durmiera. Luego de cepillarse y ponerse el pijama, se dirigió a Dorian que aguardaba en la sala.
—¿Edes el novio de mi mami, Dodian?
—¿Te gustaría que lo sea, Min?
—Sí.
—Pues entonces lo soy.
—¿Quiedes leeme un cuento?
Dorian me miró, esperando mi aprobación. Yo asentí con la cabeza.
—Me encantaría -dijo obviamente emocionado.
Fuimos al cuarto, arropé a Min y me acosté detrás de ella, envolviéndola con mi brazo. Ella me tomó de la mano y le pidió a Dorian que le leyera el Cuento de la gota de rocío. Él tomó el libro de su mesita de noche y comenzó a leer.
Creo que nunca había leído un cuento a un niño, pero lo hizo como si lo hubiera hecho toda su vida. La dulzura de su voz grave nos fue envolviendo y mi niña, lentamente, se fue quedando dormida.
* * *
Después, ya en la sala, cuando nos sentamos a tomar un café antes de despedirnos, me dijo:
—Tu hija me tiene conmocionado.
Lo miré con gesto interrogativo.
—Jamás había soñado con una familia, porque no conocía una como la tuya. Luego te conocí… y tuve esperanza… ¡me trataron con tanto cariño!... y ahora Min… que es tan generosa y amable… ¡me pide que le lea un cuento!... ¿te das cuenta?!... con total simpleza, a pesar del horror de mi familia, a pesar del espanto que yo traigo a cuestas, ella me integra, me ofrece cariño…
Respiró hondo antes de continuar.
—¿Tú crees, Jo, que yo merezco esto?
—Claro que lo mereces -le dije tomando con fuerza su mano-. Eres una buena persona, Do. Te mereces todo lo bueno del mundo. Sólo debes decidir si, como dijo tu padre, te quedas con una mujer con el crío de otro, de la que probablemente tengas la duda de que te aceptó por tu dinero, o buscas en otro lado la familia que deseas. Yo creo en tu bondad, por eso confío en que serás honesto conmigo. Lo que sea que decidas, te pido que lo hagas pronto, porque quedarte más tiempo a nuestro lado, y después marcharte, sería muy cruel para con nosotras, especialmente para con Min.
Se arrodilló ante mí, y me sonrió.
—¿Me aceptas por mi dinero?
—No necesito tu dinero, yo pue… -y me tapó la boca con un beso.
El beso fue largo e intenso. Nos costó separarnos.
—Ya decidí hace rato, desde que me aceptaste en tu vida. Te elijo y te elegiré siempre a ti, con todo tu equipaje, porque ese conjunto es lo que tú eres.
Esta vez lo besé yo, y hubiese seguido toda la noche. Pero no era el momento.