CAPÍTULO 24: Cena romántica
—¡Se va a pasar la cocción de la carne! Debo ocuparme de la cocina. ¿Vienes?
Fuimos a la cocina, donde él continuó ocupándose de la cena. Me sirvió una copa de vino y se sirvió una para él.
—Puedes elegir música si lo deseas. Puedes usar mi móvil y buscar en Spotify.
Elegí a Teddy Swims, un cantante nuevo que tiene mucho de soul y cuya voz me encanta.
—Te ayudo -le dije, dispuesta a sumarme a la tarea.
—De ninguna manera. Tengo todo bajo control.
—¿Qué comemos hoy?
—Preparé unas mini brochetas para la entrada, y como plato fuerte pollo a la florentina. Ah, y también hay postre.
—Me encanta el menú, ¡pero es mucho trabajo!
—La invitada vale la pena.
—Adulador -le dije, y me dirigí a la sala, donde había visto la biblioteca.
Sobre una pared completa se alzaba la enorme biblioteca. Tenía autores de lo más variado: Hemingway, Twain, Dostoyevski, Tolstoi, Kafka… Tomé La Metamorfosis y me senté en el sofá para hojearlo. Me interesaba ver qué partes podría haber señalado Dorian en esa historia desgarradora de un hombre convertido en bicho, y la relación con su padre.
Al poco tiempo vino a buscarme.
—La cena está lista.
Guardé el libro en su lugar tratando de que no notara cuál era. No quería arruinar la noche recordando traumas innecesariamente.
Pasamos al comedor, donde había tendido la mesa con un mantel de color marfil, vajilla elegante con detalles dorados, una rosa roja en un florero alto en el centro y dos candelabros de cristal a sus lados. No había dejado nada librado al azar. Todos los detalles habían sido cuidadosamente preparados.
La comida estaba exquisita. Yo sabía que Dorian era buen cocinero, pero esa noche había logrado el máster.
Cenamos a la luz tenue de las velas, con música de Michael Bublé de fondo. Hablamos mucho, y hablamos de todo. Tratamos de evitar hablar de las familias -ya que era un tema sensible para él-, pero sí de proyectos, de ilusiones, de sueños.
Después del postre, le dije:
—Creaste una noche mágica, Do. Pero creo que me haces trampa.
—No comprendo.
—Me desarmaste completamente desde que llegué, lo que te convierte en ganador de cualquier batalla. Si eres un embaucador o un abusador, ya no tengo forma de defenderme -le dije muy seria, llevando más lejos mi broma.
Su expresión de alarma me dio pena.
—Te juro que no fue mi intención, Jo. Sólo quería ofrecerte una noche especial después de todo lo que te hice sufrir. Además, hace muchos años que no tienes una cita romántica, y quería compensarte por eso -trató de explicarme con ansiedad.
—Era una broma -le dije con una sonrisa para tranquilizarlo-. Por otra parte, nunca tuve una cita romántica a este nivel. No te olvides que en mi última relación era muy joven, y los jóvenes no prestan mucha atención a estas cosas.
Entonces relajó su expresión y me devolvió la sonrisa.
—Aún falta algo, si me lo permites.
Tomó su móvil y buscó algo en él. Cuando comenzó a sonar Perfect, se puso de pie y extendió su mano hacia mí, invitándome a bailar.
Me tomó en sus brazos y bailamos, no sólo con el cuerpo, sino también con el corazón. Los versos de la canción de Ed Sheeran nos envolvían:
“Amor, estoy bailando en la oscuridad
Contigo entre mis brazos
Descalzos en el césped
Escuchando nuestra canción favorita
Tengo fe en lo que veo
Ahora sé que he conocido un ángel en persona
Y se ve tan perfecta
No merezco esto
Te ves perfecta esta noche”
Aún después de que terminara la canción, seguimos bailando. Dejamos de escuchar todo lo que no proviniera de nuestros corazones. Nos besábamos ajenos al mundo, con la urgencia natural de dos personas que se aman.
Dorian se separó de mi boca con esfuerzo, respiró hondo, y me preguntó en un susurro:
—¿Debes volver?
—No -le respondí también en un susurro.
Y me colgué de su cuello… y continué besándolo.