Volver a amar: Josephine

CAPÍTULO 26

CAPÍTULO 26: Domingo de sol

Me fui a mi casa y tomé una ducha. Me puse unos jeans y una blusa, me recogí el cabello en una coleta, y me fui a la casa de mi madre a reencontrarme con mi familia.

Mamá me recibió con un abrazo apretado. Ella comprendía todo sin que dijéramos nada.

Min corrió hacia mí y me abrazó fuerte, me dio un beso sonoro y me contó qué película había visto con su abuela.

Yo les conté de las pinturas de Dorian y de los retratos en los que estaba incursionando.

Nos pusimos a cocinar con mi madre mientras Min dibujaba cerca de nosotras.

Al cabo de media hora llegó Dorian con el vino y el postre. Apenas lo vio, Min se apoderó de su atención y estuvieron largo rato platicando, viendo dibujos y releyendo cuentos.

Varias veces vibró el móvil que Dorian había dejado sobre la mesa al llegar. Todas las veces, en la pantalla iluminada, aparecía la palabra “papá”. Y todas las veces observé que él miraba el teléfono, pero no lo atendía.

* * *

Luego de almorzar y de lavar la vajilla, nos fuimos al parque.

Al llegar, Min tomó a Dorian de la mano.

—¿Me hamacas, Dodian?

Y allá fueron ambos. Mi madre tomó mi mano y la acarició con ternura.

—¿Quieres dejar a Min conmigo toda la semana?

—No, mamá. Ya la cuidas todo el año cuando voy a la tienda, y si salgo con Dorian los sábados también lo haces.

—Serían como unas vacaciones para ella quedarse a dormir en casa toda la semana. Y para ti también.

—¿Tú descansabas de mí cuando era niña?

—Nunca tuve la oportunidad de tomarme unas vacaciones -me dijo con una sonrisa llena de bondad-. Tú ahora la tienes porque estoy yo para cuidar de ella.

La abracé con cariño.

—Hija, eres buena madre. Te has dedicado a tu hija con amor todos estos años, aún cuando eras tan joven para hacerlo sola, y estoy orgullosa de ti. Que intentes tener una relación es cuestión aparte, y si va a funcionar o no, ya no depende de mí, pero yo estoy aquí para ayudarte.

No supe qué decir más que:

—Gracias, mamá.

Miré hacia las hamacas y vi que Min venía corriendo, seguida por una mujer y una niña, y algunos pasos más atrás, Dorian.

—Mami -me dijo mi niña con entusiasmo-, ¡Alice me invitó a su cumpeaños!

Me puse de pie para hablar con la mujer que venía detrás de Min.

—Hola, soy Emma -dijo con una sonrisa amable-. El miércoles es el cumpleaños de mi hija y quiere invitar a algunas amiguitas. Por supuesto que Minerva está invitada. Sería a las quince.

—¿Vives lejos? Porque yo trabajo y mi madre también.

—No, estoy a la vuelta de la tienda donde trabajas. Siempre te veo -agregó explicándose.

—Yo puedo llevarla -intervino Dorian.

—Pero tú también trabajas -le respondí.

—Puedo salir un poco antes, la paso a buscar y la llevo donde me indiquen.

—Sí, sí -dijo Min saltando entusiasmada.

Emma nos dio su dirección y yo le agradecí la invitación.

Y se fue con las niñas que corrían hacia los juegos otra vez.

—Gracias Do.

—No por favor, me encanta hacer cosas por ella.

* * *

Al atardecer, cuando regresábamos para cenar, le dije por lo bajo a Dorian:

—No vi tus esculturas.

—¡Oh cierto! Vas a tener que regresar el sábado -me dijo en un susurro con sonrisa pícara.

—Yo pensaba que podría verlas esta noche -le respondí también con picardía.

—¿Puedes? -me preguntó con asombro.

—Sí -le susurré.

* * *

Después de la cena acosté a Min en el cuarto que tenía en la casa de mi madre. Me despedí de ella con un abrazo fuerte y un beso en la mejilla. Y nos marchamos con Dorian.

Pasé frente a mi casa, rumbo al edificio de lujo.




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