Volver a amar: Josephine

CAPÍTULO 27

CAPÍTULO 27: Desasosiego

Me desperté a las diez y me encontré sola. Me cubrí hasta el cuello con el edredón blanco. No quería salir de la cama. Había pasado otra noche maravillosa y no deseaba que el día me la borrara. Miré el lado de la cama donde debería estar él y vi sobre la almohada una nota y dos llaves.

Debo ir a trabajar. Te dejo las llaves de mi corazón y mi departamento. Dispón de todo lo que desees. Todo es tuyo como lo soy yo.

Dorian

Me levanté, me vestí y me fui a mi casa. Todavía no me sentía preparada para moverme con total confianza en el departamento de Dorian.

Luego de ducharme y desayunar, marché para la casa de mi madre. Mi hogar se estaba convirtiendo en un lugar de paso, y sentí pena.

Ese día Dorian no vino a almorzar. Me llamó para decirme que no podría porque había problemas para resolver en la empresa, que le llevaría probablemente hasta avanzada la tarde. Nos veríamos a la noche.

* * *

Cuando me fue a buscar a la salida de la tienda, me comentó que estaban teniendo problemas con la sucursal de Toronto. Estaba dando pérdidas inusuales desde la incorporación de un nuevo contador hacía algunos meses. Estaban tratando de solucionarlo en equipo desde aquí, para no tener que viajar.

—¿Cuántos son en el equipo?

—Cinco. Liz, Susan y dos chicos más. Y yo como jefe del equipo.

—¿Susan?

—Sí, es una de los contadores de la empresa.

Era un dato nuevo. Es verdad que nunca lo había preguntado, pero él tampoco lo había mencionado…Traté de no darle demasiada importancia, aunque me molestara un poco.

Cuando llegamos a casa de mi madre, Min corrió hacia él, lo abrazó y lo besó en la mejilla. Él puso su habitual cara de sol cuando Min hacía eso. Me inquietó un poco lo mucho que mi hija se había encariñado con Dorian. Sólo tenía que rogar que no resultara lastimada.

Durante la cena, Dorian estaba muy animado. Era evidente que disfrutaba pasar tiempo con nuestra familia.

—Me gustaría invitarlas a navegar el sábado. Al comienzo del verano el lago se pone hermoso. Si bien las playas están muy concurridas en esta temporada, si nos adentramos hacia las islas el paisaje es bellísimo y relajante.

—Síiiiiiiii -dijo Min aplaudiendo-. Yo nunca fui a navegá.

Dorian nos miró a mamá y a mí.

—La invitación es para las tres.

Mi madre se sorprendió.

—¡Ah! ¿Yo también estoy invitada? -dijo muy contenta-. ¡Me encantaría! ¡Gracias, Dorian!

—Es una idea excelente -dije yo sonriendo en un esfuerzo por doblegar mi mal humor-. Va a ser un sábado diferente.

Dorian sólo me observó con atención.

* * *

Más tarde, cuando mi hija ya se había dormido, nos despedimos de mi madre. Apenas quedamos solos en la acera, Dorian dijo:

—¿Qué sucede?

—¿Por qué lo dices?

—Algo te está molestando y no logro saber qué es.

Hice silencio. Debía organizar primero mis ideas, saber qué me molestaba para después decirlo. Mientras tanto llegamos a mi casa.

—Hoy me quedo, Dorian. No voy a tu casa. Pero pasa si quieres.

Entramos. Él sabía que si lo llamaba “Dorian” el asunto era serio.

—¿Qué hice mal? Por favor, dímelo.

—No lo sé... Debo aclarar mis ideas… Pero algo me sabe mal. Por ejemplo… nunca me dijiste que trabajas con Susan.

—Nunca pensé que fuera importante.

—Tal vez lo sea… No sé exactamente qué siento al respecto, pero no es bueno… Viéndolo con lógica, ella encaja perfectamente contigo, porque pertenece a tu mundo. Y eso es lo que ve tu padre. Yo, por otra parte, pertenezco a otro grupo de gente. No digo que uno sea mejor que otro, sólo son diferentes.

—Yo sí sé que hay uno mejor, y te lo dije. Tu mundo es de gente honesta de sentimientos nobles, y a él quiero pertenecer. Si tú me lo pides puedo renunciar a todo lo que me aleje de ti, al trabajo, a las acciones, al departamento… me voy a vivir bajo el árbol que está en tu acera, pero cerca de ti.

—No voy a pedirte que renuncies a nada. La familia nos define, te guste o no, y no puedes renunciar a ella. Después de todo, tal vez ni siquiera es eso. Tal vez, sin darme cuenta, estoy celosa por algún sentimiento de inferioridad que tengo y no me doy cuenta.

—Los celos también son desconfianza.

—Es que… no sé por qué me buscaste. ¡Soy tan distinta de ustedes! Susan es perfecta, es bella, elegante, rica…No lo entiendo. ¿Por qué lo hiciste?!

—Tal parece que eres injusta contigo. Tú eres mil veces más bella que Susan, más elegante, más fina y educada. Sólo que no lo ves. Pero no es por eso que renuncié a mi soledad y te busqué. Tú tienes una luz que viene de tu interior y te desborda. Eso no lo vi nunca en nadie. Ni siquiera en mi hermana, y eso que la amo.

—No lo sé… Estoy confundida, Dorian. Necesito un tiempo a solas.




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