Volver a amar: Josephine

CAPÍTULO 28

CAPÍTULO 28: Un tiempo a solas

El martes le conté a mi madre por lo que estaba pasando -por supuesto ella ya había notado que algo no andaba bien-. Después de una noche de insomnio, ya había llegado a la conclusión de que lo que sentía, era una mezcla de las dos cosas: inseguridad y desconfianza. Para qué iba a engañarme. Susan me intimidaba, era demasiado perfecta.

Aún así siempre era bueno escuchar las sabias opiniones de mi madre, que no tardaron en llegar.

—Lo que estás experimentando, Jo, es miedo. Tienes miedo a ser feliz y que se acabe. Tienes miedo de salir herida y, además, de ser la culpable de que Min resulte herida también. Tienes miedo de salir de tu zona de confort y que se desestabilice tu mundo.

Hizo una breve pausa, esperando que yo asimilara sus palabras, y continuó:

—Debes sacudirte los miedos y arriesgarte. Debes disfrutar lo que tienes ahora sin pensar en un final catastrófico. Porque si no se da, habrás sufrido en vano, y si se da, ya tendrás oportunidad de enfrentarlo. Si Min sale herida, estamos nosotras a su lado para contenerla. Recuerda que la vida siempre golpea de algún modo, y si vives protegida no sabrás enfrentar los golpes. Por otra parte, Min adora a Dorian. Déjala disfrutar de una figura tangible de padre mientras dure.

Mi madre me dio más para pensar. Mi cabeza era un enredo. Sin embargo, debía darle la razón. Definitivamente, lo que sentía, era miedo.

Esa noche caminé sola hacia la casa de mi madre. Evidentemente, y muy a mi pesar, Dorian había entendido a rajatabla lo de “darme espacio”.

* * *

A la mañana siguiente, salimos con Min a comprarle un regalo a su amiguita. Antes de salir, le pregunté:

—¿Qué deseas regalarle?

—Un libo de cuentos.

Entonces fuimos a la librería para que ella eligiera el regalo.

Volvió feliz y envolvimos juntas el libro. También elegimos la ropa que se pondría para ir a la casa de Alice. ¡Estaba muy emocionada!

Luego de almorzar y lavar la vajilla en la casa de mi madre, me fui a la tienda porque se acercaba mi turno. Habíamos acordado con mamá que si Dorian no aparecía, ella llevaría a Min.

Diez minutos antes de las quince, entraron por la puerta de la tienda Min tomada de la mano de Dorian. Ella estaba exultante, con una seriedad afectada, dándose importancia porque iba de la mano de él. No obstante, cuando me vio, surgió de nuevo la niña y corrió a darme un abrazo.

—Me voy al cumpeaños, mami.

¡Estaba preciosa! ¡Y feliz!

—Pórtate bien, y espera a Dorian cuando termine.

—Sí, mami -y me plantó un sonoro beso en la mejilla.

Miré a Dorian, se lo veía encantado.

—No te preocupes, yo cuidaré de ella -dijo, mirándola con adoración.

Al poco rato, él estaba de regreso en la tienda.

—La dejé, estaba muy contenta. Debo ir a buscarla dentro de una hora. De todos modos, le dejé mi número de teléfono a Emma por si sucediera algo y tuviera que ir antes.

—Muchas gracias -le dije con una sonrisa.

Se adentró en la tienda para elegir un snack. Cuando regresó a la caja, me dijo en un susurro:

—¿Aún necesitas espacio?

—Ya no. Te extraño -le respondí también en un susurro.

—Entonces nos vemos esta noche -me dijo más animado.

Al cabo de una hora, los vi pasar por la acera -Min con un globo en la mano-, rumbo a la casa de mi madre.

* * *

Cuando cerré la tienda, él se cruzó desde el parque. Me abrazó fuerte y me besó sin miramientos.

Ya en casa de mamá, se mostró feliz toda la noche. Nos ayudó un poco en la cocina, aunque no pudo mucho por los reclamos de Min.

Luego de cenar nos marchamos. Esta vez fuimos a mi casa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.