CAPÍTULO 37: Los días en la isla
—¿Quieres que te enseñe a nadar?
Estábamos en el mar y Dorian le ofrecía a Min enseñarle a nadar. Él se había propuesto que ella lograra doblegar al agua, doblegar los peligros, y salir ilesa. Y ella, a pesar del temor con que había entrado al mar, jugando con nosotros fue perdiendo el miedo, y terminó poniendo todo su esfuerzo en aprender.
Pasamos el resto del martes entre la playa y el mar. Min jugaba en la arena o practicaba nado guiada por Dorian. Yo disfrutaba de la paz del paisaje y de la compañía.
* * *
A la mañana siguiente me despertaron unos susurros.
—¿Esa es Masha?
—Sí, es muy taviesa. Oso la cuida.
En el fondo sonaba bajita, en el televisor, “Masha y el Oso".
—¡Ah! ¡Qué bueno es Oso!
—Sí. Como tú, y mami.
—Pero tú no eres traviesa.
—Me poto bien pada que mami no se peocupe.
—Eres una niña buena.
Era como despertar con música. Los susurros provenían de dos de las voces que más amaba en el mundo.
—Teminó Masha. ¿Vamos a nadá?
—De acuerdo. Después venimos a desayunar.
—¿Despetamos a mami?
—¿Qué te parece si la dejamos dormir un poco más?
—Bueno. Me voy a poné la malla.
Poco después escuché cerrarse suavemente la puerta, y me volví a dormir.
* * *
Cuando desperté, acudí a la ventana. Allá estaban los dos, jugando en el mar, no muy lejos de la orilla.
Me puse mi traje de baño azul y salí para reunirme con ellos, no sin antes pedir que nos trajeran el desayuno.
Luego de un rato en el mar, volvimos para desayunar en la terraza. Era un día espléndido. La vista era increíble y el humor de los tres no podía estar mejor.
Pasamos el resto del día entre la playa y el mar, hasta el anochecer.
Cuando regresamos para cenar y descansar, antes de dormir Min quiso hablar con su abuela. Yo ya había recibido los reportes de Annie y Elizabeth, pero escuchar la voz de mi madre no sólo fue gratificante para mi hija, sino también para mí.
Min habló durante largo rato relatando todo lo que había visto y lo que había hecho, le dijo que la extrañaba, y luego se despidió prometiéndole que le hablaría al día siguiente. Luego de eso, se durmió enseguida, agotada por la jornada.
* * *
Los siguientes días, hasta el viernes, por la mañana hicimos recorridos en bote por las islas cercanas, los bares de arena, y fuimos a Georgetown para conocer y hacer unas compras de regalos y recuerdos -también Min compró un obsequio para su amiga Alice-, y por las tardes disfrutábamos de la playa y el mar.
Fueron unos días maravillosos. El paisaje, el entorno, la compañía, la paz, se confabularon para hacer de nuestras vacaciones las mejores de muchas vidas.