Volver a amar: Josephine

CAPÍTULO 41

CAPÍTULO 41: La propuesta

—Te amo, Josephine. Sería el hombre más afortunado de la tierra si me permitieras compartir el resto de mi vida contigo. Me has hecho más feliz de lo que jamás pensé que merecía, y te prometo dedicar cada minuto de mi existencia en hacerte igualmente feliz. Por favor, cásate conmigo.

Llegaban hasta nosotros los acordes lejanos del piano. La luz de la luna iluminaba de plata el lago, que enmarcaba la escena como si de una película romántica se tratara.

Dorian me había invitado a cenar en el mismo restaurante donde celebramos nuestros primeros dos meses, habíamos bajado al lago, como aquella vez en que nos besamos llenos de esperanzas, y estaba, más apuesto que nunca, hincado de rodillas, mirándome a los ojos, y tendiéndome el anillo de compromiso.

No me había permitido soñar aún con esta propuesta, que habría sido perfecta… en otras circunstancias.

Los destellos del diamante engarzado en oro se reflejaron en mis lágrimas, que, inútilmente, trataba de contener.

—¡No!

No sabía cómo habíamos llegado a esta situación, pero la única salida que encontraba era rechazar la propuesta del hombre que amaba.

Lentamente se puso de pie y me miró con infinita tristeza.

—Sólo deseo hacerte feliz y brindarles estabilidad a ti y a nuestra hija. Que no te sientas desamparada si algo me sucediera.

—Son las razones incorrectas para una propuesta, Do -le dije con firmeza aunque me temblara la voz.

—Pero te amo.

—Yo también te amo, pero no me casaré contigo. No en estas circunstancias.

—¿Qué circunstancias son estas?

—Sé que la empresa te necesita y reconozco la importancia de tu trabajo, y aunque quisiera rogarte de rodillas que te quedaras, sé que debes irte. Pero también demando que reconozcas la importancia de mi trabajo y la estabilidad emocional de mi hija.

—Lejos de mí está la intención de menospreciar…

—Hay más… -le dije interrumpiéndolo con un gesto de la mano-. Está la situación con tus padres, y ambos sabemos que ésta es la oportunidad que estaban esperando para que te separes de mí. Yo jamás seré aceptada por ellos -es un hecho que debemos asumir-, sin embargo no te pido que rompas relaciones con tu familia por mi causa, sino que decidas cómo vas a afrontar esta situación. Puedes obedecerles y separarnos, o trazar tu vida a pesar de ellos. Sólo tú puedes decidir. Y cuando lo hagas, recién entonces, podremos soñar con una boda.

Sentía que estaba siendo muy dura con él, que no había hecho más que ser amable y bueno conmigo, pero él tenía que tomar las riendas de su vida.

—En este viaje puedes tomarte tu tiempo, pero por favor, que no sea demasiado.

Sabía perfectamente que se iría con el corazón roto. Pero también yo me quedaría recogiendo los pedazos del mío.

* * *

Regresamos en silencio. Después de dejar el Audi en el aparcamiento, cuando llegamos a nuestra casa se quedó de pie en la puerta, como esperando el permiso para entrar.

—Aún es tu casa, Do.

Entró en silencio. Me miró con intensidad y luego dijo:

—¿Lo es?

No respondí. No hallaba palabras para hacer que se sintiera menos miserable.

—Cuando te refieres a Min, siempre dices “mi hija”, nunca “nuestra”. No quería verlo, pero creo que aún no he sido aceptado en la familia.

—No es así, Dorian. Sólo… intento resguardarnos del dolor -le respondí, aunque, en el fondo, debía reconocer que él decía la verdad.

Él no respondió.

* * *

En los días siguientes estuvo especialmente taciturno. Sólo los abrazos y besos de Min lograban hacerlo sonreír. En una semana había sucedido todo: me había propuesto matrimonio, yo lo había rechazado, y debía marcharse el domingo a Canadá sin fecha de regreso.

Fue la semana más negra de nuestras vidas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.