CAPÍTULO 43: Dolor
—Hola chicas. ¿Cómo están los ánimos? Disculpen que aparezca a esta hora pero hoy, definitivamente, no quería almorzar sola.
Me volví asombrada. Mi madre la había invitado a pasar y ella venía obviamente dispuesta a quedarse todo su tiempo de descanso. Detrás de sus lentes oscuros, sus ojos se percibían enrojecidos y un poco hinchados. Bueno, yo lucía así todos los días desde hacía un mes, desde que Dorian se había ido a Canadá, pero seguramente sus motivos eran otros.
—Tú siempre eres bienvenida, Elizabeth -dijo mi madre-. Hoy Jo preparó el almuerzo y se ve estupendo, así que estás invitada.
Ella se acercó a Min y la acarició con dulzura.
—Hola niña hermosa. Me alegra verte tan grande y tan linda.
—Gacias, tía Liz. Tú también estás linda.
Elizabeth sonrió con ternura. Luego se acercó a mí, me miró profundo, y me preguntó en voz baja:
—Tú cómo lo llevas.
No pude responder, otra vez mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Mami está tiste.
Obviamente mi tristeza no lucía igual a la suya: ella siempre parecía una reina.
Cuando se quitó los lentes para almorzar, se hizo evidente que había llorado. Y cuando terminamos, no mostró intención de volver al trabajo, sino que nos ayudó a recoger la mesa y lavar la vajilla.
Luego de acostar a Min para que descansara, salí de su cuarto y las encontré en la sala. Elízabeth lloraba y mi madre estaba sentada a su lado en actitud silenciosa y calma, escuchando. Yo le alcancé una copa de agua e intenté retirarme para dejarlas solas.
—No te vayas, Jo. Tú ya conoces mi historia… ¡Pero claro que tengo novedades! Ahora se enteró mi padre, y enloqueció. Todo sucedió esta mañana, en la oficina. Me insultó de todas las formas posibles, me humilló, también a Robert, y luego lo despidió. Él dijo que todo era mi culpa y no quiere volver a verme.
Y otra vez el llanto.
—¿Tú crees, Liz -dijo mi madre con cautela-, que vale la pena llorar por ese hombre? Un hombre que te deja sola en una situación como esta, en la que te sientes tan vulnerable, no merece ni una sola lágrima.
Sin embargo, ella no podía dejar de llorar.
—Es que me siento humillada, despreciada y sola.
* * *
A las catorce yo debía marcharme al trabajo, por lo que me disculpé con ella y le prometí llamarla cuando terminara mi jornada, y le ofrecí, si lo deseaba, mi casa o la de mi madre si es que necesitaba tomarse un tiempo para estar sola.
Esa noche, Dorian me agradeció por brindarle contención a su hermana, que estaba sufriendo mucho.
* * *
—Te extraño tanto.
—¿No puedes venir aunque sea por un día? ¡Necesito tanto verte!
—Me resulta imposible dejar a Peter solo, pero considero que en dos meses más estará listo para hacerse cargo. Por supuesto que sí deberá estar sin mí el once de septiembre. Estaré ahí el diez para el cumple de Min y me quedaré hasta el once.
—Voy a organizarle una reunión con sus amiguitos. Será domingo, así que no habrá problemas, y son todos del barrio.
—Dime qué puedo hacer desde acá.
—Tú no te preocupes, sólo ocúpate de lo tuyo para regresar pronto.
Desde hacía un mes hablábamos todas las noches. Él llamaba alrededor de las nueve, hablaba primero con Min antes de que se durmiera, y luego hablábamos por largo rato. Amaba oír su voz, hacía que lo sintiera cerca. Y para el cumpleaños de Min faltaba menos de un mes, así que lo vería pronto. Esa idea me levantó el ánimo, por lo que esa noche dormí un poco mejor. Al menos no lloré.