CAPÍTULO 44: Otra vez Robert
—Hola, buenas tardes. ¿La novia de Dorian y su mamá, si recuerdo bien?
Mamá y yo volteamos y nos encontramos con el rubio de ojos azules que habíamos conocido en nuestro viaje al lago.
—...¿Robert? -pregunté yo, aunque sabía que era él.
—¡Sí! Ustedes conocen mi nombre pero yo no he tenido el honor -y desplegó su encantadora sonrisa que a mí me pareció afectada y desagradable.
—Ella es Jo, y yo soy Emily -intervino mi madre, muy seria.
Era el siguiente fin de semana, y habíamos llevado a Min al parque. Yo había creído ver pasar dos veces, muy despacio, un Volvo azul que no era frecuente en nuestra calle. Al cabo de poco tiempo de habernos sentado con mi madre en el banco de siempre, apareció Robert. Su presencia en nuestro parque nos resultó sospechosa.
—¿Qué te trae a nuestro barrio? No creo que vivas cerca.
—Es un hermoso día y salí a conducir al azar. Cuando pasé por acá me pareció verlas y quise saludar.
Él permanecía de pie junto a nuestro banco, y ni mi madre ni yo teníamos intención de invitarlo a sentarse.
—Permiso -dijo él, y se sentó-. Por cierto, ¿qué es de la vida de Dorian?
Antes de que pudiera contestar, Min vino corriendo hasta nosotras, me tomó de la mano y miró de frente a Robert.
—Hola, hermosa. ¿Cómo te llamas?
—Mineva, ¿y tú?
—Yo soy Robert, amigo de Dorian. ¿No me recuerdas?
Min negó con la cabeza, en silencio, y permaneció a mi lado.
—Te cuida -me dijo él.
—Sí.
—¿Dorian sigue en Canadá?
—Sí, continúa allá.
Me pareció ver que reprimía una sonrisa maliciosa, y me sentí molesta. Creo que mi madre sintió lo mismo, porque ahora preguntó ella.
—¿Qué tal Elizabeth? Hace bastante que no la veo.
—La verdad es que no sé nada de ella, no nos vemos con frecuencia -fue su absurda respuesta.
Después de un silencio incómodo, Min tiró de mi mano.
—¿Me hamacas, mami?
Agradecí que mi hija fuera tan celosa y me levanté muy complacida de que me alejara de allí, aunque me lamenté por mamá.
Al cabo de poco tiempo en la hamaca, le pregunté a Min.
—¿Quieres que volvamos a casa?
—Sí.
Fuimos por mi madre y tratamos de despedirnos de Robert.
—Yo las llevo.
—No hace falta -respondí- vivimos a pocos pasos.
—Entonces las acompaño.
Era evidente que estaba empeñado en mantener contacto con nosotras, lo que no alcanzaba a comprender era sus intenciones.
Cruzamos a la acera de enfrente, caminamos los escasos diez metros que distaban hasta la casa de mi madre, y nos despedimos de él.
* * *
Esa noche, cuando Dorian llamó, Min lo puso al tanto enseguida.
—Hoy tu amigo vino al paque.
—...
—Emmm… ¿Cómo se llama el amigo de Do, mami?
—Robert -le dije.
—Dobe.
—...
—Sí, me poto bien siempe.
—...
—Sí, me voy a domí ahoda.
—...
—Yo también te amo mucho.
Luego Min me entregó el teléfono, y fue a despedirse de la abuela para irse a dormir.
—Lo voy a matar -dijo la voz del otro lado.
—¿A quién vas a matar, Do?
—A Robert.
—No vale la pena que te conviertas en asesino por él -le dije riendo.
—Es una mala persona. Primero fue cruel con Liz, y ahora puso su objetivo en mi novia.
Entonces sí reí con ganas.
—No creas que le resulto interesante, yo no soy su tipo, pero debo reconocer que no logro adivinar lo que se trae entre manos.
Mi madre me hizo señas de que se marchaba, así que la acompañé a la puerta y la miré hasta que llegó a su casa. Habíamos cenado juntas en la mía y era hora de irse a la cama.
Cuando entré, fui al cuarto de Min para arroparla, y luego me instalé en el sofá de la sala, mientras continuaba hablando con Dorian. Escuchar su voz era mi bálsamo diario.
Ese sábado estuvimos hablando hasta muy tarde. Normalmente nos despedíamos a la medianoche ya que al día siguiente él debía trabajar temprano, pero el fin de semana nos permitíamos más tiempo. Era nuestra forma de sentirnos cerca.