Volver a amar: Josephine

CAPÍTULO 45

CAPÍTULO 45: Inquietud

—Hola Liz.

—Hola Jo, ¿tienes clase hoy?

—No, mis clases son los jueves. Tengo la mañana libre.

—¿Puedo ir a tu casa ahora? Necesito hablar contigo.

—Sí, claro, te espero.

—Perfecto. En veinte minutos estaré ahí.

Era lunes. Yo había llevado a Min al jardín y regresado a casa a ordenar para luego comenzar a preparar mi clase del próximo jueves.

Me llamó la atención la llamada de Elizabeth. ¿De qué podría querer hablar conmigo, si ella se entendía mejor con mi madre? Aunque si supo que Robert estuvo con nosotras, tal vez ese fuera el motivo.

A los veinte minutos aparcaba frente a mi casa y llamaba a la puerta.

La invité a sentarse en la sala y le ofrecí un café. Aceptó. Se la veía un poco nerviosa.

—Debo ponerte al tanto de una situación desagradable.

Hizo silencio. Se veía que buscaba las palabras precisas, tal vez para que no resultaran tan duras.

—Mi padre envió a Susan a Canadá.

Resultaron muy duras. No creía que existieran palabras que pudieran suavizar esa información.

—Parece que viajó ayer. Me enteré esta mañana cuando no apareció por la empresa. Tú sabes que él es cruel y manipulador, y creo que es una estrategia suya para imponérsela a Dorian ahora que está lejos de ti.

De pronto me sentí abrumada, como si una enorme pesa estuviera encima de mí y fuera bajando lentamente aplastándome e impidiéndome respirar.

—Sé que Dorian no la ama. Él te ama a ti. Pero también sé que ella va a hacer todo lo posible para seducirlo. Le gusta él y le interesa su estatus, y tiene el aval de mis padres.

Elizabeth me miró inquisitiva. Creo que no entendía por qué yo no estallaba.

—Jo, ¿quieres agua?

Asentí con la cabeza. Entonces, ella se dirigió a mi cocina para traerme una copa de agua.

Apenas tomé un sorbo, me puse a llorar.

—Ya no puedo, Liz. Tu familia tiene demasiada fuerza. Y ya no me siento capaz de enfrentarlos. Dorian los ama, y no va a renunciar a ellos por nada del mundo. Tampoco yo le pediría que lo haga, porque sería una crueldad de mi parte y lo amo demasiado para eso. Yo… me siento derrotada.

—No por favor, Jo, no renuncies. Mi hermano es feliz contigo porque te ama, no lo abandones.

—Por otra parte está Susan, la perfecta Susan. No puedo competir contra ella -continué yo, dando rienda suelta a mis emociones descontroladas.

—Josephine -dijo Elizabeth levantando la voz y con tono firme-, ¡Josephine!, ¡regresa!

Era su llamado para hacerme recuperar la cordura. Me había descontrolado. Me daba cuenta, aunque lo veía como en una nebulosa, que desde hacía tiempo mis emociones estaban a flor de piel. Era como si enamorarme de Dorian hubiera agrietado toda mi armadura y me hubiera dejado desprotegida ante los embates del enemigo.

Después de que lloré un rato, llegó la calma.

—Discúlpame -le dije, muy avergonzada.

—No hay problema, todos tenemos derecho a nuestro momento de debilidad, pero después debemos resurgir con más coraje para la lucha.

Ella se sentó más cerca de mí y me tomó las manos con cariño.

—Josephine querida, eres una mujer inteligente y valiente que ha sido duramente golpeada por la vida. Pero ¿sabes? tienes una ventaja que muchas de nosotras no tenemos. Tienes una madre amorosa y fuerte que te apoya y te acompaña, tienes una hija buena y amable que te llena de amor, tienes un trabajo que te da independencia económica… No necesitas mendigar amor, lo tienes a raudales. Y tienes un hombre que te ama con locura precisamente por eso. No lo rechaces, Jo, permítete ser feliz.

En ese momento no me daba cuenta de que con esas palabras ella expresaba todas sus carencias.

—Gracias, Liz.

—¿Vas a viajar?

—No, siempre odié el hecho de correr detrás de un hombre. Cuando hable con él esta noche, veré qué tiene para decirme.

Ella se quedó un rato hasta verme recuperada, y luego se despidió porque debía volver al trabajo.

Yo me quedé sintiéndome más sola que nunca. Debía salir y hablar con mi madre. Y ansiaba que se hiciera la hora de retirar a Min del jardín. Ellas dos eran mi sostén, la razón por la cual debía conservar la cordura y mantenerme fuerte.




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