CAPÍTULO 46: La perfecta Susan
—Hola -la voz de Susan sonó al otro lado de la línea.
Corté automáticamente la llamada y sentí que el teléfono me quemaba la mano.
Al cabo de un minuto la pantalla volvió a iluminarse con una llamada entrante de “Amor”. Activé la respuesta y le entregué el móvil a Min para que hablara.
Esa noche yo me había adelantado a su llamada porque la angustia me carcomía. La visita de Elizabeth, por la mañana, me había dejado extremadamente ansiosa, por lo que no pude esperar a que él llamara a las nueve, como lo hacía a diario desde que se fue.
Definitivamente no esperaba que Susan atendiera el móvil de Dorian, lo que hizo que me sintiera atravesada por un puñal que se retorciera por dentro.
—Hola Do…
—...
—Sí, estoy bien, estoy jugando con mis muñecas.
—...
—¡Mami!... -le hice señas con el dedo, porque no quería hablar-. Dice que no puede atendé ahoda… Me padece que no se siente bien.
—...
—Bueno. Le digo a mami que ya viene la abuela.
Y cortó. Era evidente que Dorian llamaría a mi madre para que viniera a verme. Yo no quería preocuparla, pero no podía evitar que él la llamara.
A los cinco minutos llegó mi madre, muy afligida.
—Estoy bien, mamá. No te preocupes. Sólo no quería hablar con él.
—Algo me dijo sobre un malentendido. ¿Qué sucedió?
Le conté lo que había sucedido. Mamá ya sabía lo que Elizabeth me había comentado esa mañana, pero que Susan atendiera su teléfono, eso sí que era una desagradable sorpresa.
—Estoy tan enojada que me siento descompuesta.
—Seguramente hay una explicación, Jo.
—Pues no quiero escucharla.
—Deberías hacerlo, ustedes comparten una vida…
—¿Lo crees?
—Sí, lo veo. Y tú lo conoces bien. Dorian jamás te ha dado motivos para que sospeches de él. Jamás te ha mentido. Si quieres, pregúntale, y permítele explicarse. Después decides. No actúes emocionalmente.
Pensé que lo que mi madre decía tenía lógica, pero en ese momento yo no quería ser razonable. Mi enojo me dominaba.
Mientras hablábamos sentadas en el sofá, el móvil, apoyado en la mesita del living, se iluminaba a cada minuto por los mensajes de WhatsApp entrantes.
* * *
El resto de la semana Dorian siguió llamando y hablando solamente con Min. Siempre pedía hablar conmigo pero yo le había explicado a mi hija que le dijera que no podía en ese momento y que lo llamaría más tarde, cosa que, por supuesto, nunca hacía.
Los mensajes de WhatsApp seguían llegando a raudales. Los leí recién el miércoles, cuando creí haber recuperado en gran medida el equilibrio emocional, aunque no fuera del todo cierto. Los mensajes explicaban, hablaban de amor, de perdón, de pronta solución al problema, de pronto regreso, de paciencia, otra vez de amor… Los temas y los tonos eran variados, pero siempre amorosos, siempre amables, siempre al estilo Dorian. Y eso me enojaba aún más, porque él no podía dejar de ser bueno y me hacía sentir que yo era la desequilibrada, la emocional, la irracional, cuando en realidad quien estaba con Susan cuando yo llamé era él, y quien permitió que ella tomara su móvil era él… No sentía que fuera justo que yo me viera como una demente mientras él se viera como un santo.
* * *
El jueves tuve que hacer un esfuerzo enorme para, en medio de mi crisis emocional, parecer una profesora centrada y firme a fin de encarar, como si nada sucediera, la literatura medieval y el héroe épico anglosajón, con mi nuevo grupo de alumnos.