CAPÍTULO 47: Organización
El sábado, Robert volvió a aparecer en el parque. Min lo miraba con desconfianza y mi madre y yo nos mostrábamos un poco hostiles. Tanto, que terminó dándome lástima, porque él continuaba inconmovible, con la misma amplia sonrisa de siempre y el trato amable y educado que lo caracterizaba. Pensé que, detrás de sus aires de triunfador, se escondía un hombre con temor al fracaso, a no ser admirado y respetado, ni, tal vez, amado. Y sentí pena por él. Aunque no sabía qué se traía entre manos, si era una venganza contra Elizabeth o contra los Allen en general -y en este último caso les estaría haciendo un favor sin proponérselo-, o alguna otra cuestión que se me escapaba, decidí no mostrarme tan antipática con él aunque tampoco tan amigable como para que se confundiera.
Min vino corriendo hacia nosotros, de la mano de su amiguita Alice. Se detuvo y miró a Robert.
—Hola Minerva -dijo él con una sonrisa.
—Hola -respondió mi hija a secas, muy seria.
Luego me miró a mí y cambiando su expresión me dijo con entusiasmo:
—Mami, dile a Alice cuándo es mi cumpeaños.
—Es el diez, mi cielo. Vamos a entregarles las tarjetitas a las mamás, ¿te parece?
—¡Sí!, ¡sí!
Saqué las tarjetas de mi bolso -unas pequeñas tarjetitas pintadas por Min en las que yo había escrito la breve invitación- y fuimos a repartirlas entre las mamás de los amiguitos que deseaba invitar a su fiesta, todas ellas repartidas por el parque, cuidando de sus hijos, en esa hermosa tarde de finales de verano.
Cuando regresamos, Robert volvió a acompañarnos. Esta vez me despedí de mi madre y seguimos hasta mi casa, sin percatarme de que, de esa manera, le estaba dando a él la información de dónde vivía.
Se despidió en la puerta con total corrección y se marchó.
* * *
Al día siguiente me tomé el tiempo para hablar con Elizabeth y comentarle que Robert había comenzado a acercarse a nosotras, y que cuando mi madre intentó hablar con él de ella, él cerró pronto el tema.
—No te preocupes, Jo, él ya no me interesa, pero cuídate, probablemente le gustas y no va a descansar hasta conquistarte.
—¿Tú me crees tan fácil de conquistar, Liz?
—No, no. No me refería a eso, discúlpame, quise decir que es muy persistente. Y no me gusta que mi hermano tenga rival.
—Pues no lo tiene. Creo que la que tiene rival soy yo.
—No lo creas así, Jo. Espero que puedas comprobar muy pronto que lo que yo te digo es cierto: Do sólo tiene ojos para ti, nunca fue un donjuán, y no creo que comience a serlo ahora.
* * *
El resto de la semana estuve muy ocupada realizando las compras para la fiestita de Min, teniendo en cuenta que sólo disponía de las mañanas -excepto el jueves que tenía clases- ya que por las tardes, hasta el viernes inclusive, tenía que estar en la tienda.
Annie se ofreció a ayudarme a decorar la antecocina y el patio, que era donde se centraría la fiesta, mi madre se encargaría de hornear unos scones para la merienda, y juntas haríamos la torta.
Dorian se había ofrecido a ayudar, pero como no estaba cerca y yo no pensaba hablarle, al menos por un tiempo, estaba libre de tarea. Él lo debió haber intuido, porque el martes Elizabeth llamó y se ofreció a sumarse a los preparativos.
Para el final de la semana, contaba con un gran equipo de trabajo para una fiesta demasiado pequeña. Me sentí feliz y agradecida, el universo seguía sin dejarme sola, aunque yo a menudo lo olvidara.