CAPÍTULO 49: Visita inesperada
—¡Papiiiii! -gritó Min corriendo hacia Dorian y extendiendo sus bracitos para que la levantara.
Mamá y yo nos miramos pasmadas. Era la primera vez que Min lo llamaba de ese modo. Cuando volví a mirarlo, él tenía los ojos cerrados y abrazaba a mi niña en un abrazo apretado. Ella se veía más feliz que antes, si cabía, y no se soltaba de su cuello. A continuación él le susurró algo y entonces ella le dió un beso sonoro en la mejilla. Él la bajó y le entregó el regalo que ella corrió a abrir inmediatamente, apoyada en el sofá y rodeada por sus amiguitos. Era una colección de libros de cuentos de Sean Taylor. Min estaba encantada.
—Ahora ve a jugar con tus invitados -le dijo él con dulzura.
Inmediatamente todos los niños volvieron a su juego.
Fue entonces cuando Dorian se percató de la presencia de Robert con una mezcla de sorpresa y disgusto.
—¿Robert? ¿Qué te trae por aquí?
—Pasé a dejar un regalo y me quedé a ayudar -respondió éste con una sonrisa encantadora.
Los hermosos ojos grises de Dorian echaron chispas. Desde que lo conocí, jamás lo había visto enojado. Había llegado a pensar que él no sabía lo que era el enojo, que estaba por encima de ese sentimiento tan humano. Sin embargo ahí estaba esa mirada, llena de furia contenida. Furia que yo sabía que no iba a llegar a mayores por respeto a la casa y a mi niña, que era la estrella de ese día.
Sin embargo me puso nerviosa. ¿Qué estaba imaginando él? Y si imaginaba lo que parecía, ¿por qué se creía con derecho después de lo de Susan?
De todos modos no era el momento para ocuparme de eso porque tenía una fiesta infantil que atender, por lo que me fui a la cocina para servir el chocolate para los niños.
De pronto sentí su mano tibia en mi espalda y su respiración en mi nuca. Muy a mi pesar, su contacto me hizo estremecer, pero también reavivó mi enojo. Él me besó en la sien y me dijo con dulzura.
—Te extrañé.
No sabía si ese gesto estaba dirigido a mí o a Robert, pero cualquiera fuese el destinatario me enfadó aún más.
Sin responder, cargué las tazas con chocolate y las puse en una bandeja.
—Te ayudo -dijo, no preguntó.
Aún en silencio, le entregué la bandeja para que la llevara a la mesa.
Inmediatamente escuché detrás de mí la voz de Robert.
—Quiero ayudar.
Entonces le entregué a él la bandeja con scones.
Mi madre fue a llamar a los niños para que hicieran un alto en su juego y tomaran el chocolate, lo que trajo toda la algarabía otra vez dentro de la casa y me permitió de nuevo escapar de posibles momentos incómodos.
Más tarde llegó la hora de la torta y las velitas, y también de la foto familiar, la cual se sumaría a la enorme cantidad de fotos que ya había tomado con mi móvil. Esta foto debía ser especial, y aunque me sentía incómoda aún por la presencia inesperada de Dorian, sabía que para Min era muy importante, por lo que posé de buena gana junto a ellos.
Cuando más tarde los niños se fueron, cada cual con su globo, llegó el momento de limpiar la casa. Dorian fue con mi madre a la cocina a hacerse cargo de la lavada, Robert tomó una escoba y se ocupó de limpiar adentro, por lo que yo me pude refugiar en el patio y encargarme de ordenar y limpiar allí, lejos de todos ellos.
* * *
Robert y yo terminamos antes de que mi madre y Dorian lo hicieran, por lo que lo invité a sentarse en la sala, ya que había tomado la decisión de hablar con él.
—¿Qué haces aquí, Robert?
Me miró un momento para entender el alcance de mis palabras.
—Me gustas, Josephine, aunque veo que tengo una seria competencia.
—No importa qué tan seria sea, Robert, el asunto es que tú no eres mi tipo. Eres un hombre guapo y agradable, pero eso no basta para mí. De hecho, si lo que tenemos con Dorian no funcionara, tampoco me involucraría contigo.
—Veo que tienen algo muy lindo.
—Y tú puedes tener algo bueno también, si encuentras a la mujer adecuada.
—Gracias, Josephine. Me hubiera gustado probar algo contigo, pero ahora veo que no será posible.
Cuando Robert miró más allá por encima de mi hombro, me volteé para descubrir la presencia de Dorian en la entrada de la sala, y unos pasos más atrás, la de mi madre.
A continuación, Robert se puso de pie, fue hacia Dorian y le tendió la mano.
—Te felicito, tienes una linda familia.
Dorian le dio la mano en silencio. Luego Robert saludó también a mi madre antes de marcharse.
En ese momento Min salía de su cuarto con algunos de sus regalos en las manos.
—Adiós, Minerva -dijo Robert levantando una mano.
Mi hija lo observó en silencio, muy seria. Lo miraba como si estuviera haciendo una evaluación exhaustiva de la persona que se estaba despidiendo. Entonces se acercó a él, tiró de su mano para que se pusiera a su altura, y, sin decir palabra, le dio un beso en la mejilla. Inmediatamente después se dirigió a Dorian y le tomó la mano. Y se quedó allí, mirando a Robert en silencio.