CAPÍTULO 51: Esperando el invierno
—Antes del invierno estaré de regreso.
Eso me dijo en el aeropuerto al despedirse. “Antes del invierno”… Faltaba una eternidad. Recién estaba terminando el verano. Pero al menos había una promesa de regreso.
El día que pasamos fue vivificante, una recarga de energías para seguir aguardando, así que no podía quejarme. Sin embargo, nunca había deseado con tanto afán que el invierno se adelantara.
Por suerte todos teníamos las semanas muy ocupadas. Min con su último año de jardín, con nuevos aprendizajes que la preparaban para el próximo nivel, yo con mis dos trabajos y la posibilidad de incrementar horas en el instituto, y Dorian ocupado también en reorganizar el área contable de la empresa de su padre en Canadá. Y a nuestro lado, siempre firme, amorosa, mi madre, sostén invencible de todos nosotros.
En ese nuevo estado de cosas, fue terminando septiembre y se llevó el verano consigo. Cuando la vegetación comenzó a vestirse de amarillo, naranja y rojo, sentía cada vez más próximo el regreso de Dorian y mi ánimo se hacía más ligero. Mi madre y yo, tratamos de aprovechar cada fin de semana para ir al parque con Min, antes de la llegada de la nieve, época que nos obligaría a cambiar la rutina e idear actividades al calor del hogar.
En esos días, Elizabeth comenzó a sumarse a nuestras tardes de sábado. Un día apareció con Josh -lo que nos extrañó sobremanera ya que nunca la habíamos visto en el personaje de madre-, y compartió nuestras charlas, mientras el niño jugaba con Min y sus amiguitos.
Fue agradable contar con su compañía. Era una mujer que, en un principio, daba la impresión de que dominaba el mundo, pero a medida que uno la iba conociendo, se revelaba su vulnerabilidad, producto de una vida sin amor. Por momentos parecía una niña perdida buscando un poco de calor y de contención.
Josh, por su parte, era un niño encantador, de la misma edad que mi hija, de cabellos rojos y grandes ojos verdes, y sumamente tímido. Estaba acostumbrado a jugar solo o con la niñera, y se notaba en su actitud que no había desarrollado fuertes lazos con su madre. Tal vez por eso, al principio, le costó integrarse con los otros niños, pero al siguiente sábado se lo vio más animado y disfrutando realmente de los juegos y de los nuevos amigos.
Comentábamos precisamente esto último cuando Elizabeth nos dijo:
—Discúlpenme por agregarme a sus tardes de parque sin invitación, pero me gustaría seguir trayendo a Josh para que empiece a tener una infancia normal. Antes de conocerlas a ustedes, se me hacía natural que él jugara solo, verlo de vez en cuando, y no dedicarle mucho tiempo. Todo ese amor y esa atención que ustedes le dan a Min y la hace una niña tan especial, ni mi hermano ni yo lo tuvimos nunca, creo que por eso yo no sabía dársela a mi hijo.
—Si los traemos al mundo, lo menos que podemos hacer por ellos es procurarles una infancia feliz -dijo mi madre.
Elizabeth sonrió, pero no dijo nada. Se quedó observando a la distancia cómo jugaba su hijo. No podía saber qué pasaba por su mente, pero creí ver un gesto de nostalgia, tal vez, por su propia infancia perdida.