CAPÍTULO 54: El regreso
Era un domingo lluvioso y frío de principios de noviembre. Hacía más de un mes que no veíamos a Dorian, salvo por videollamadas los fines de semana, días en que todos teníamos un poco de tiempo disponible sin la presión de los horarios y los compromisos.
Estábamos en mi casa, mamá y yo preparando el almuerzo y Min jugando en su cuarto, cuando de pronto escuchamos que se abría la puerta de calle. Supe enseguida quién era: la única persona que tenía llave, aparte de nosotras, y permiso para entrar en mi hogar. Dorian.
Corrí a recibirlo y me colgué de su cuello. Era reconfortante sentirlo cerca después de tanto tiempo. Él saludó a mi madre con el habitual respeto y cariño con que lo hacía siempre y preguntó por Min. No alcancé a responder, porque cuando ella escuchó su voz salió corriendo de su cuarto y estiró sus bracitos para que él la levantara.
—¡Estoy mojado!
—No impota.
Entonces la alzó en andas y ella lo llenó de besos.
—¡Qué grata sorpresa, Dorian! -dijo mi madre-. No sabía que vendrías, pero llegas justo para el pollo con salsa de champiñones.
—La grata sorpresa es para mí entonces -respondió él con una amplia sonrisa de satisfacción.
—Yo tampoco sabía que vendrías -le dije-, pero no me digas por cuánto tiempo, por hoy no quiero saberlo.
Él solamente sonrió y no dijo nada.
Entonces, en contra de mi voluntad, miré sus maletas. Eran la grande y la pequeña. Mi corazón saltó en mi pecho, y me volví hacia él.
—Sí, ya me quedo -la sonrisa en su rostro era la más hermosa que le había visto en mucho tiempo-. Y tengo más, pero se lo diré mañana.
Con lo que había dicho me bastaba, no necesitaba oír nada más.
* * *
Fue un domingo hermoso. Cuando Liz nos visitó por la tarde, ella también se llevó una sorpresa, era evidente que Dorian no le había hablado de su regreso.
Desde aquel día fatídico para los hermanos Allen, ambos estrecharon más aún los lazos con nuestra familia. En apenas ocho meses, habíamos pasado de ser tres a ser una gran familia de seis.
Faltaba, en esta historia, el esposo de Elizabeth, del cual no sabíamos nada, pero mamá y yo no preguntábamos. Sólo aguardábamos a que Elizabeth estuviera lista para hablar de ello.
Ese domingo fue Dorian quien preguntó.
—¿Y John? ¿Sigue como siempre? ¿Ocupado en sus asuntos?
—Si cuando dices “asuntos” te refieres a la niñera de Josh, sí sí. Sigue ocupado.
Mamá y yo sólo nos miramos. Liz ya lo había mencionado en otra oportunidad, pero había sido un comentario al pasar y no había vuelto a referirse a ello. Evidentemente ya era un hecho y ella lo tenía muy asumido. El que no lo sabía era Dorian, por lo que se quedó muy preocupado aunque no siguió preguntando.
* * *
Pasamos el resto del día conversando al calor del hogar, y todos se fueron marchando al atardecer. Más tarde cenamos los tres solos y luego Min se fue a dormir. Fue entonces cuando Dorian me manifestó su preocupación por su hermana.
—No te preocupes, Do. Liz es una mujer fuerte e inteligente, seguramente está en sus planes tomar una decisión al respecto. Por otra parte ella ya sabe que acá cuenta con personas que la van a contener y a consolar siempre que lo necesite.
Se acercó a mí y me abrazó con fuerza.
—Gracias.
Estábamos los dos de pie en la cocina, preparando el último café para tomar en la sala, cuando él me envolvió con sus brazos y me apretó contra su pecho, agradecido.
Luego, ya en la sala, recordé lo que había dicho al llegar.
—¿Qué es lo otro que tienes para decirnos?
Entonces se volvió hacia mí, se acercó y casi rozando mis labios me respondió:
—Mañana.
Al instante en que comenzó a besarme volví a olvidarme del tema.