Volver a amar: Josephine

CAPÍTULO 58

CAPÍTULO 58: Planificación

Comenzó el invierno y llegaron las fiestas de fin de año. En Navidad nos reunimos en nuestra casa, mamá, Elizabeth con Josh -quienes afortunadamente pudieron venir a pesar de que había estado nevando desde la mañana- y nosotros tres.

A la mañana siguiente Min se levantó muy temprano, ansiosa por sus regalos, y pasó el resto del día jugando con el juego de memoria con animalitos y explorando el libro de arte para niños, que Dorian y yo le habíamos comprado. Mamá le regaló una bicicleta que por el momento no podía usar hasta que dejara de nevar, pero que de tanto en tanto controlaba que estuviera en su sitio y no fuera producto de su imaginación.

Yo recibí de Dorian una cadenita de oro con un dije de aragonita miel y unos pendientes de la misma gema.

—Del color de tus ojos -me dijo.

Y yo le regalé a él un juego de pinceles para acuarela, que él me agradeció hasta el cansancio como si de una piedra preciosa se tratara.

Esa última semana del año y la primera del siguiente, Min y yo estuvimos de receso de nuestras actividades escolares, pero mi trabajo en la tienda continuaba. Dorian iba a buscarme todas las noches, habiendo dejado primero a Min con mi madre debido al intenso frío. A veces cenábamos con ella y más tarde yo abrigaba a nuestra niña y nos marchábamos a nuestra casa.

Dorian había conseguido clientes enseguida, por lo que se iba todas las mañanas a trabajar en su departamento y por las tardes se llevaba a Min para trabajar en el atelier mientras ella jugaba. Aunque más de una vez debió dejarla en casa de mi madre porque ellas se extrañaban mutuamente.

Había terminado de pintar el retrato de nuestra niña, el que quedó realmente hermoso, y había regresado a las pinturas de la naturaleza.

Un día invitó a mamá para enseñarle su atelier y pasaron el resto de la tarde tomando café y conversando hasta que se hizo la hora de ir a buscarme a la tienda. Había logrado conquistar hasta el corazón de mi madre.

A mediados de enero comenzamos con los preparativos para la boda. Dorian se comunicó con su nana, la cual estuvo encantada con la invitación y aseguró que iría acompañada de una hija. Por su parte Annie también estaba encantada con la idea de la boda destino y muy agradecida por ser una de las invitadas. Contando con estas confirmaciones, Dorian reservó de inmediato cinco bungalows contiguos para todos los huéspedes, gestionó el permiso para la boda y contrató la cena en un restaurante de Georgetown.

Con Elizabeth y Annie organizamos la ceremonia. Yo quería una boda sencilla, por lo que tuve muchas dificultades para convencer a Liz de mis pretensiones. Yo deseaba como altar un arco floral con rosas blancas y violetas, muy próximo a la orilla del mar, ocho sillas blancas y sin camino de entrada. Ante la insistencia de Liz tuve que ceder al uso del tul en la decoración del arco y las sillas. Decidimos también agregar como parte de la decoración y como souvenirs, unos abanicos de palma tejida decorados con cintas blancas y lilas, que ubicaríamos en cada silla. Y como sería al atardecer, podríamos iluminar con algunas antorchas altas.

—Perfecto -dijo Elizabeth-. Ya tengo en claro todas tus pretensiones. A partir de ahora yo me hago cargo, tú ocúpate de tu vestido. ¡Ah, por cierto!, éste será mi regalo de boda.

—Yo quiero participar -agregó Annie-. ¿Podemos pagarlo a medias, Liz?

—Por supuesto…

—¡No, chicas! Puede llegar a ser muy caro. Yo tengo mis ahorros y… -comencé a protestar yo.

—Tú no te preocupes, nos encantará hacer esto -dijo Annie-. Tenemos que buscar un organizador de bodas -agregó dirigiéndose a Liz.

—Nos podríamos reunir mañana y nos ponemos en eso, si te parece.

—Sí, de acuerdo, yo trabajo hasta las veinte y treinta.

Una vez que llegaron a ese acuerdo, ambas se volvieron a mí para asediarme con preguntas sobre el vestido. Les dije que quería un vestido sencillo de seda blanca sin mangas y escote en V, de largo medio. Llevaría flores blancas pequeñas en el pelo y sandalias de pies descalzos. Para Dorian tenía pensado pantalón y camisa amplios de lino en color marfil, y que él estuviera también descalzo.

A ambas les pareció una idea un poco loca pero muy acorde a mi personalidad.

Fueron días hermosos, con proyectos felices e ideas de ensueño.




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