Volver a amar: Josephine

CAPÍTULO 59

CAPÍTULO 59: Detalles

De la cadena de oro blanco pendía un dije en forma de corazón, con tres diamantes incrustados en el centro, donde se cruzan los arcos que forman la figura. Era una joya bellísima, acompañada de un par de pendientes que consistían en una única piedra engarzada también en oro blanco.

Levanté la vista con mirada interrogativa y el entrecejo fruncido.

Él me miraba encantado.

—Feliz cumpleaños.

—Pero, Do… ¿esto es de oro?... ¿y son diamantes?... Lo dice la etiqueta, pero…

—Es para que los combines con el anillo de compromiso.

—No, no, no.

—¿No te gusta? -dijo con tono preocupado.

—Está bellísimo… muchas gracias… pero, ¡es demasiado! Sólo cumplo veintinueve. ¡Es mucho lujo!

—Tú te mereces el mundo, Jo. Además, es el primer cumpleaños tuyo que paso contigo.

Sacudí la cabeza entre disgustada y agradecida. Era un obsequio demasiado costoso y yo no estaba acostumbrada a eso. Por otra parte, jamás podría ni acercarme a regalarle algo semejante. Decidí que debía hablarlo seriamente con él, pero lo haría en otro momento. Ese día estaba demasiado feliz.

—Tengo algo más…

Su expresión era exultante, por lo que sentí sincero pavor.

—Te he comprado el regalo de bodas, aunque involucra también a Min.

Hizo una pausa enigmática.

—Ahora ambas son accionistas en Allen & Co.

Palidecí de golpe. Mil pensamientos se mezclaron en mi mente. Pensé en los señores Allen suponiendo que sólo me importaba su fortuna. Pensé en la incapacidad de Dorian para reconocer en mí a una mujer económicamente independiente y con suficiente talento para valerme por mí misma.

Me sentí ofendida, confundida, avergonzada...

—¡No! ¡Eso no, Dorian!

Él sabía que cuando decía su nombre completo él estaba en problemas, por lo que se puso muy serio y con expresión preocupada.

—¡Me insultas! ¿Acaso crees que estoy contigo por tu dinero?! ¿Acaso piensas que no soy capaz de mantenerme y mantener a nuestra hija?!!!

—No fue mi intención, amor. Sé que eres inteligente y capaz, y por eso te admiro y más te amo. Sólo deseo que se sientan seguras. Quiero asegurar su futuro en caso de que me suceda algo. Hice arreglos para que también mis acciones pasen a ustedes si eso ocurriera. No quiero que tengas que luchar toda la vida para salir adelante…

Entonces estallé.

—¡Ya no sigas!!! -le grité mientras estallaba en llanto.

Dorian me abrazó con fuerza. Luché inútilmente por deshacerme de sus brazos, pero él no me soltaba.

—Perdóname. Perdóname. No quería hacerte llorar. He sido muy desconsiderado. Perdóname, Jo. No volveré a decirlo.

Poco a poco me fui abandonando a su abrazo hasta que logré calmarme. No quería arruinar el día comportándome como una desquiciada, sobre todo sabiendo que mamá y él habían estado organizando para mí un día especial. Pero Dorian me lo hacía difícil. Él había crecido entre riquezas y le costaba mucho adaptarse a la vida de la gente común, que, en definitiva, era la vida que a mí me gustaba. Y, para colmo, ¡hizo que volviera a mi mente el temor a la ausencia!

Era dos de febrero, día de mi cumpleaños número veintinueve, y faltaba un poco más de un mes para nuestra boda. Eran días felices, no quería arruinarlos con lo que podrían parecer berrinches, pero era un tema serio que yo debía dejar aclarado.

—Sólo deseo dejar este asunto bien claro, Do -le dije con toda la calma posible-. Yo no necesito más dinero que el que puedo ganar con mi trabajo. Para mis gustos y mis pretensiones me resulta suficiente. Y hasta ahora, también para mantener a Min.

Lo miré con amor. No quería que resultara herido.

—Y a ti te amo por lo que eres. Amo con locura a Dorian, no a “Dorian Allen”. No me interesan ni tu apellido ni tu fortuna. Tú eres infinitamente más que todo eso. Eres un hombre bueno, dulce, sensible. Cualquier mujer se sentiría afortunada por tenerte. Yo puedo disculparte cualquier error, pero hay algo que no voy a perdonarte, y es que menciones siquiera la posibilidad de que algo malo te suceda. ¡No quiero oírlo nunca!

—Yo también debo decirte algo -agregó él con infinita dulzura-. Nunca te engañé, Jo, tú siempre supiste a qué familia pertenezco, eso no lo puedo cambiar. Lo que sí puedo hacer, y me voy a dedicar a ello el resto de mi vida, es intentar que el dinero de mi familia no hiera tus sentimientos.

Volvió a tomarme en sus brazos para decirme:

—Y por favor, deja que yo también me involucre en la mantención de Min.

No supe si era porque lo amaba demasiado o porque sabía que realmente él era inocente y nunca actuaba con dobles intenciones, que lo perdoné apenas comenzó a besarme. O simplemente porque era la magia de sus besos que me hacían perder la voluntad.

A pesar del intenso frío -aunque no había nevado en todo el día-, esa noche celebramos mi cumpleaños, con torta incluida, en un restaurante que eligieron mamá y Dorian, y al que acudieron como invitadas Liz y Annie.




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