Volver a amar: Josephine

CAPÍTULO 60

CAPÍTULO 60: Una vida diferente

—Deberías visitar a tus padres, Do. Contarles de la boda, invitarlos inclusive.

—¿Por qué me dices eso? Tú sabes cómo son ellos.

—Creo que es lo que debes hacer como hijo. Si ellos te rechazan, si intentan ofenderte o, incluso, si dicen sobre mí cosas que te desagraden, regresas y ya. No discutas con ellos, no te enojes, pero cumple con tu deber de hijo. Verás que sentirás paz en tu alma.

—¿Por qué eres así?

—Así ¿cómo?

—Tan considerada, tan… comprensiva.

—No es eso. Es que sé que te sentirás mejor contigo mismo si haces lo que es tu obligación.

Sentí ternura ante su actitud de niño grande escuchando consejos de vida, y lo besé.

—Si ellos te reciben mal, no te enojes, piensa que tú eres más afortunado porque amas y eres amado. ¿Imaginas cuán triste sería la vida si no tuviéramos amor? Yo también viviría gruñendo.

En este punto se rió de buena gana y me dió un beso. Min salió de su cuarto sorprendida al escucharlo, porque él nunca reía de esa manera. Y de verdad era hermoso escucharlo.

Era el primer sábado de marzo y faltaba poco para nuestra boda. Quería que Dorian se reconciliara con su familia para que no se sintiera solo ese día tan importante en su vida. Aunque esa situación jugaría en mi contra, ya que los Allen jamás me aceptarían, yo deseaba que él fuera feliz y eso era lo único importante.

Esa tarde Dorian marchó a ver a sus padres y nos quedamos con Min en casa de mamá organizando una noche de cena especial y películas.

Al cabo de una hora estuvo de regreso. Su expresión taciturna revelaba que no había sido una visita afortunada. Me acerqué a él y lo besé. No pregunté, no era necesario.

—Lo intentaste -le dije en un susurro.

Mamá lo notó también y lo trató con especial cariño, lo cual no resultaba extraordinario ya que ella adoraba a Dorian y lo demostraba a menudo. También Min debe haber percibido su tristeza, porque le extendió sus bracitos y cuando él la levantó lo abrazó con fuerza y permaneció así largo rato.

Tantas demostraciones de afecto le fueron cambiando el ánimo a medida que avanzaba la noche, hasta que logró, al menos en apariencia, superar el mal rato que había pasado en la casa de sus padres.

* * *

Más tarde, ya en nuestra casa, cuando quedamos solos, me dijo:

—No estuvieron agresivos hoy, simplemente indiferentes, distantes. No me felicitaron por mi nueva vida y me dijeron que no podrían asistir a la boda por otros compromisos contraídos con anterioridad.

Tomó un sorbo de la copa de agua que tenía delante.

—No alcanzo a comprender tanto desapego para con los hijos. ¡Yo amo tanto a Min y la conozco hace apenas un año! ¡Daría la vida por ella! Con ellos no es así. ¡Cuánto dolor y cuántas frustraciones habrán sufrido ambos para llegar a convertirse en estos cascarones vacíos en una mansión dorada. Sentí mucha pena, ¿sabes?

Tomé su mano y la apreté con fuerza.

—¿Sientes que valió la pena haber ido?

—Sí. Gracias, amor, por sugerirlo. Esta visita me ayudó a comprender. Y también a afirmarme en mi decisión de vivir una vida diferente.

Me miró con una intensidad arrasadora.

—Hace apenas un año que te conozco y ya pusiste mi mundo de cabezas. ¡Te agradezco tanto por eso!

El beso se sintió intenso, agradecido, profundo, vehemente.

Después, el cielo.




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