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1. PRIMER REENCUENTRO

Había llegado hace más de media hora y Susan, mi tía aún no aparecía, cosa que no me extrañaba, ya que no era buena para la puntualidad.

   Empecé a recordar todo lo que había vivido aquí antes de irme. Mi escuela, las salidas a las que asistía, mis amigos, aunque sólo tenía uno, no sé si aún se acuerde de mí. Recuerdo que era muy guapo, tan guapo que todas las de mi salón me hablaban para acercarse a él, pero él sólo las rechazaba y decía que yo era su novia, ganándome la envidia de muchas. Y el rechazo de otras.

   Estaba metida en mis pensamientos y oí que alguien gritaba. Alcé la mirada y ahí estaba ella, tal y como la recordaba. Mi tía Susan. Algo así como mi madre. Se acercó corriendo hacia mí y me abrazó.

   –¡Winnie! ¡Has crecido mucho! ¡Estás muy bonita!

   Winnie. ¡Dios, cómo detesto ese apodo! Ya sé que es otra manera de decir mi nombre, pero no me gusta.

   –Gracias tía.

   –¿Y cómo te fue en el viaje? –se separó de mí.

   –Bien. Ya te extrañaba –dije dándole un beso en la mejilla–. Oye, por cierto, está muy cambiado por aquí –dije cambiando de tema.

   –Sí, después de ocho años como no va a cambiar, cuando regresé estaba igual que antes –dijo y me volvió a abrazar.

   –¿Y tú como estás tía?

   –Bien. Yo también te extrañé mucho.

   –Pero bueno, ya estoy de regreso como te lo había prometido –le sonreí.

   –Bien, creo que es hora de ir a casa –dijo y agarró mi maleta.

   –Sí, tienes razón.

   Caminamos hacia la salida del aeropuerto y Susan tuvo que ir al estacionamiento por el carro, decidí esperarla, mientras encendía el pequeño MP3 que me regaló una vez en mi cumpleaños, antes de irnos. Conecté la entrada de los auriculares en la entrada del aparato y éstos los coloqué en mis oídos, busqué una canción cualquiera y la música invadió mis oídos.

   Mi tía llegó segundos después y abrió la puerta del carro para que subiera. Así lo hice y cerré la puerta, decidí mirar por la ventana y pude admirar la bella ciudad de Londres, después de tantos años que me había ido, realmente Susan tenía razón, estaba muy cambiada a como la recordaba.

 

El viaje fue tan rápido que no me di cuenta que ya habíamos llegado a casa, era bonita, realmente muy bonita, fachada amarilla, con reja blanca y un jardín hermoso muy bien cuidado. Guardé el aparato en la bolsa que tenía conmigo mientras la música seguía sonando y ayudé a Susan a bajar mis maletas de viaje, pero tropecé con alguien.

   –¡Estúpido! ¡Fíjate por donde vas! –le grité.

   –Perdona, no me di cuenta, y tampoco fue mi intención –se disculpó.

   –No te... –no pude terminar, cuando volteé a verlo me quedé sin habla. Era realmente hermoso, sus ojos eran de un café que jamás había visto, que con sólo ver podría perderme en ellos y su cabello era color caramelo, casi rubio. ¡Oh Dios! Se me hacía conocido, pero no lograba recordar de dónde. Quité uno de los auriculares de mi oído y salí de mi trance.

   –Estás perdonado –me sonrojé, cosa que no me pasaba a menudo–. Y perdona lo que te dije –me sonrió.

¡Oh mi Dios! Esa sonrisa.

   –Perdonada y perdona por haberte tirado –dijo.

   –No te preocupes, me pasa siempre –me encogí de hombros. Pude quedarme horas con él y admirar lo hermoso que era, pero Susan me llamó.

   –¡Winnie, ven!

Ay no. ¿Otra vez?

   Tenía que acostumbrarme de nuevo al apodo.

   –¡Ya voy! –le grité–. Nos vemos luego –le dije al chico lindo que acababa de conocer.

   –Sí, nos vemos –volvió a sonreír.

   –¡Dios mío Wingrid! ¿Qué traes en esa caja? –se quejó cuándo llegué a su lado.




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