Había pasado exactamente ya un año. Un año en el cuál Thomas se había ido. Un año en el cuál, me rompieron el corazón de la manera más horrible que puede haber. Y un año en el cuál decidí rehacer mi vida. Solía salir con mis amigos para distraerme, pero no funcionaba del todo, porque todos mis pensamientos siempre volvían a lo mismo: Thomas y su paradero.
Unos meses después de que me plantara, vivía con ese pendiente, en donde estaba, que hacía, sí se le ocurría pensar en mi o algo parecido. Me di cuenta que estaba mal, y como siempre Susan tenía razón. Había hecho de él mi prioridad, y ahora que no estaba, mi mundo estaba roto y sin sentido.
Volviendo al tema, me gustaba salir con ellos, aunque la mayoría del tiempo, evitaban el tema de Thomas, cosa que les agradecía infinitamente. Al poco tiempo que pasaron los hechos, se hicieron inseparables de mí y se hicieron mis mejores amigos.
También, meses después de eso, Kaya se fue a Ámsterdam a aprovechar al máximo su beca. Cuando fuimos a despedirla al aeropuerto, tuve el honor de conocer a su marido, y entendí la broma de Dylan y Dexter hacia mi amiga. Personalmente, sí era grande, pero no para exceder el tipo de bromas que ese par le hacían.
Nos hablaba una vez cada mes, lo mismo que nos visitaba, puesto que tenía muchos deberes; trabajaba, estudiaba y nos contó que cuando tenía tiempo, hasta escribía canciones. Estaba orgullosa de ella, todo lo que estaba logrando era por su propio esfuerzo. También Dylan y Dexter habían hecho cosas grandiosas, pero a mi parecer, quien lo había hecho mejor era Kaya. Me di cuenta que me había hecho más cercana a ella que a los otros dos, tal vez era su forma de ser, o su forma de ver la vida, no sé. Pero era el tipo de amiga, que cuando le cuentas algo, siempre te va a decir una opinión sincera, y no hará del problema una broma, típico de Dylan. Aunque también sus bromas eran buenas de vez en cuando.
El tiempo pasó volando, y el agujero que sentía en mi pecho, se hizo más tolerable, a veces fantaseaba en cómo hubiera sido mi vida, si nos hubiéramos casado. Por eso salía con mis amigos, a veces visitaba a Tasha, y aunque fingiera ser fuerte, también estaba dolida. Ava; la hermana de Thomas, me confesaba que lloraba todas las noches por él y más por mí, y que sentía pena por lo que Thomas había hecho. Le decía que no tenía por qué estar así, sí el que había tomado la decisión fue Thomas, no ella. Aunque se lo dijera, seguía llorando. Y yo también.
Se acercaba el cumpleaños de Dexter, y habíamos planeado entre Dylan, Britt; su novia, Kaya y su marido; que venían a visitarnos, Ava y yo hacerle una fiesta sorpresa. Tanto tiempo que lo planeamos y ese día todo se volvió un caos. Dylan estaba más nervioso que de costumbre, puesto que había pasado algo con Britt que lo tenía como loco. Kaya y Benjamin llegaban ese día y teníamos que ir por ellos al aeropuerto, pero teníamos un problema, y era que ni Dylan ni yo podíamos ir. No le dijimos a Dexter que fuera, porque él no sabía, Kaya también era parte de la sorpresa, entonces ninguno pudo ir a recibirlo. Pero eso quedó solucionado cuando Ava llegó con nuestra amiga, y Dylan y yo le agradecimos de por vida.
El otro problema que encontramos fue que no teníamos el lugar en dónde hacerle la fiesta a Dexter, ya habíamos planeado, que haríamos, que comeríamos y todo. Lo que no tomamos en cuenta fue el lugar y entonces todo se vino abajo y la fiesta no se hizo. La única sorpresa que le dimos fue la visita de Kaya, y ella se tuvo que ir al día siguiente. Pero compensamos a Dexter, cuando Dylan anunció que había conseguido boletos para un evento de música, en un lugar no muy lejos de donde vivíamos.
Estaba en mi cuarto, torturándome emocional y sentimentalmente, porque escuchaba la canción con la que había agarrado el suficiente valor para decirle a Thomas lo que sentía. Volverte A Ver. Y cómo, sin poder evitarlo, terminaba hecha un mar de lágrimas y apunto de hacer una locura. No me di cuenta que Dylan estaba ahí, hasta que Susan me avisó.
–Winnie, ya llegó Dylan –me susurró.
–No quiero ver a nadie –dije y me tapé la cabeza con la almohada.
–Bien. Haré como que no oí nada y le diré que suba –salió del cuarto sin darme tiempo para responder. En menos de un minuto mi amigo ya estaba arriba.
–¿Entonces a mí tampoco quieres verme? –preguntó y se sentó en la cama. Tenía la misma sonrisa que utilizaba para subir el ánimo de las personas, pero no siempre llegaba a sus ojos; él también estaba dolido. Aunque muchas veces lo negaba.