Mi corazón se detuvo, sin poder creer lo que mis ojos estaban viendo en ese momento. Como la vez que lo vi, cuando regresé a Londres.
–¿Thomas? –pregunté con incredulidad. Me miró y sonrió. Se acercó a mí, e instintivamente me alejé. No lo quería cerca de mí, o tal vez sí. No. Lo quería lejos y punto.
–Hola Winnie –su voz. No me di cuenta que la extrañaba tanto hasta que la volví a oír.
–¿Qué quieres? –pregunté de manera defensiva.
–Que me perdones –respondió–, sé que...
–¿Y crees que apareciendo de la nada voy a correr hacia ti, y te voy a perdonar? –lo interrumpí–. ¿Crees que con sólo venir y hacer como que nunca pasó nada, vas a regresar el tiempo, y desaparecer el dolor de mi pecho? –eso último lo dije casi gritando.
–Me equivoqué. Eso es lo único que te pido. Quiero que me perdones –me sonrió. Maldito. No hubiera hecho eso. Tanto tiempo que me costó crearme una manera de autodefensa, y este venía con su sonrisa a arruinarlo todo.
–No lo haré –respondí–, nunca te voy a perdonar lo que me hiciste. Así que deja de rogarme –dispuesta a irme di la vuelta, pero él me lo impidió.
–Pero te amo y te seguiré amando siempre –me tomó desprevenida acercándome a él.
–Pues yo no –intenté alejarme, pero me acercó más a él.
–Mientes –trató de besarme, pero lo impedí por mucho que quisiera–, yo sé que tú todavía me amas.
–No. Eso ya es pasado –me alejé de él.
–Eso sigue siendo presente. Tú siempre me vas a amar –volvió a jalarme hacia él. Sin tiempo de reaccionar me besó. No lo detuve por más que quise hacerlo. Jamás me había besado así. Se separó de mí, me tomó de la mano, antes de besarme de nuevo.
Había pasado meses tratando de superar todo, de asimilar lo que me había hecho, y que aún me dolía. Y con sólo un beso o un toque él lo rompió todo. El amor que sentía por él, se hizo más fuerte. Volví a enamorarme de él, como la primera vez que me besó. Cómo la primera vez que me confesó lo que sentía por mí. Cómo la vez que se comprometió conmigo. Quise perdonarlo y olvidarme de todo, pero no iba a permitir que volviera a romperme el corazón.
–Ya dime que es lo que quieres o me voy –lo besé de vuelta. Oh Dios. Cómo lo había extrañado.
–Que me perdones –me volvió a besar.
–No –corté–. No será tan fácil –lo solté.
–Entonces quiero volver –me tomó de la mano.
–Eso lo arreglamos después –sonreí.
–Entonces ven –nos dirigimos hacia la salida en silencio–. Sólo espero que Dylan y Dexter no se enojen –agregó después. Caí en la cuenta poco después. Dylan sabía que estaba aquí. Sabía que Thomas iría al evento. Tal vez, después de todo, estaba de su lado. Por eso preguntó en cómo sería mi reacción.
Seguimos caminando hasta llegar a lo que parecían ser unidades habitacionales. Thomas abrió la reja de afuera, seguida de otra puerta. Dejó que pasara y él lo hizo detrás de mí. Subimos las escaleras llegando al tercer piso del edificio. Con la misma llave, abrió la puerta del departamento. Me guió hacia la sala.
–¿Vives aquí? –le pregunté.
–Sí –me agarro de la cintura–. Nuestra casa –me siguió besando, subimos las escaleras mientras me quitaba la ropa hasta que terminamos en la cama.
–Te amo Winnie –se acurrucó hacia mí.
–Yo también –me pegué hacia él, como si el poco espacio que teníamos, se hiciera más grande–. Sólo quiero entender porque –empecé–. Porque te fuiste. Porque me hiciste eso.
–Tenía miedo a todo, al compromiso. Tenía miedo de cómo iba a ser nuestra vida después de casarnos –me abrazó por la cintura debajo de las sábanas. Me recorrió un escalofrío al sentir el contacto de sus manos.