Thomas venía acercándose, y volví a enamorarme de él. Cada cosa que hiciera, iba a hacer que me enamorara más de él.
–Mira quien viene allá –susurró Dylan.
–Ya lo vi –contesté. Thomas se detuvo también cuando nos vio y sus ojos se iluminaron al verme.
–Hola Winnie –sonrió. Mis piernas estuvieron a punto de hacerse gelatina. Era el maldito efecto que tenía en mí, y aunque ya habían pasado más de dos años, seguía teniendo reacción.
–Hola –dije cortante. Aún no lo perdonaba por plantarme y mucho menos por abandonarme en su casa.
–¿Qué hacen aquí? –preguntó asombrado.
–Vinimos a darte una sorpresa –dijo Dexter.
–¡Vaya! –el asombro aún no se iba–. ¿Y por qué no han entrado?
–Porque no tenemos como –Dylan rodó los ojos.
–Wingrid –me regañó–, por algo te di la llave.
–¡Imagínate cuando se casen! –oí susurrar a Dexter. Dylan empezó a reír, y para sorpresa de todos, Kaya también. Los fulminé con la mirada. A los tres.
La llave. ¡La llave! ¡¡LA MALDITA LLAVE!! La olvidé por completo.
–Lo siento –dije–, lo olvidé.
–Vengan –dijo Thomas.
–No –cortó Dylan–. Me parece que nosotros nos vamos –me guiñó un ojo y estuve a punto de sacarle el dedo medio–. No queremos escuchar ruidos extraños.
–¿Y si yo sí quiero? –preguntó Dexter. Thomas empezó a reír. Yo rodé los ojos. Kaya sólo negó con la cabeza. Me sentí cómo la vez que los conocí por primera vez, aquella época en la que todos éramos felices.
–¿No te importa pescar una sordera? –preguntó Dylan–. Así cómo Kaya con Benjamin.
–Imbécil –dijo Kaya–. No vine a Londres de nuevo para oír tus estupideces.
–¿Entonces porque viniste? –pregunté.
–Estoy filmando mi primera película, y en la escuela me dieron vacaciones –confesó–. Me voy mañana.
–¿¡Qué!? –preguntó Thomas.
–¿¡En serio!? –dijo Dexter.
–¡No me jodas! –ese fue Dylan.
–¿Es neta? –pregunté yo.
–Sí –contesto Kaya.
–¿Y el abuelito como lo tomó? –preguntó Dylan. Thomas, Dexter y yo estallamos en carcajadas. Kaya le enseñó el dedo medio.
–¡Che Dylan! ¡Te pasas! –dijo Dexter entre risas.
–¡Ya me voy! –dijo Kaya–. O éste me va a seguir jodiendo –se acercó a mí y me envolvió en un abrazo–. Cuídate mucho Winnie –me habló al oído–. Te quiero muchísimo. Siempre contarás conmigo –se apartó y besó mi mejilla.
–Lo haré –la tranquilicé–. No te preocupes.
–Y tú –dijo mirando a Thomas–. No vuelvas a romperle el corazón a mi amiga o me vas a conocer –amenazó.
–De acuerdo –dijo un Thomas avergonzado–. No lo haré –se dieron un pequeño abrazo.
–Pues nosotros también nos vamos –anunció Dylan.
–Sí –le siguió Dexter–. Usen condón –nos guiñó un ojo. El rubor llegó a mis mejillas.
–No quiero ser tío tan joven –agregó Dylan.
–Cómo si ya lo fueras –dije irónicamente.
–Cuídense –dijo Kaya.
–Lo haremos –contestó Thomas. Nos quedamos afuera viendo cómo se iban hasta que los perdimos de vista. Saqué la llave y abrí la reja del edificio. Thomas entró atrás de mí.